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narra Raquel:

Había ochenta y tres agujeros, veintinueve tornillos, cinco aspas y cuatro bombillas en el ventilador de techo, que además era lámpara, que tenía en mi dormitorio encima de la cama. Me giré hacia un lado y ciertos músculos se burlaron de mí y me proporcionaron una prueba definitiva de por qué no podía dormir.

Sin darme cuenta mi mano había bajado hasta mi pecho, haciendo rodar distraídamente un pezón entre los dedos por debajo de la camiseta. Al cerrar los ojos, el contacto de mis manos se convirtió en la suya en mi memoria. Sus dedos largos y hábiles rozándome la parte baja de los pechos, sus pulgares acariciándome los pezones, cogiéndome los pechos con sus manos... «Mierda». Dejé escapar un profundo suspiro y le di una patada a una almohada de mi cama. Sabía exactamente adónde me llevaba esa línea de pensamiento. Había hecho exactamente lo mismo tres noches seguidas y tenía que parar enseguida. Con un resoplido me puse boca abajo y cerré los ojos con fuerza, deseando poder quedarme dormida. Como si eso me hubiera funcionado alguna vez.

Todavía recordaba, con total claridad, el día, casi un año y medio atrás, en que Elliott me había pedido que fuera a su despacho para hablar. Había empezado en Sierra Media Group trabajando como asistente junior de Elliott mientras estaba en la universidad. Cuando mi madre murió, Elliott me tomó bajo su protección, no tanto como una figura paterna, sino más bien como un mentor cariñoso y amable que me llevaba a su casa a cenar para comprobar mi estado emocional. Él insistió en que su puerta siempre estaría abierta para mí. Pero esa mañana en concreto, cuando llamó a mi despacho, sonaba extrañamente formal y francamente, eso me dio un miedo de muerte.

En su despacho él me explicó que su hija menor había vivido en París durante los últimos seis años, trabajando como ejecutivo de marketing para L'Oréal. Esta hija del que hablaba, era Alicia, iba a volver a casa por fin y dentro de seis meses iba a asumir el puesto de director de operaciones de Sierra Media. Elliott sabía que me quedaba un año de mi licenciatura en empresariales y que estaba buscando opciones para prácticas que me dieran la experiencia directa e importantísima que necesitaba. Insistió en que hiciera mis prácticas de máster en sierra Media Group y que el más joven de los Sierra estaría más que encantado de tenerme en su equipo.

Elliott me pasó el memorándum para toda la empresa que iba a hacer circular la semana siguiente para anunciar la llegada de Alicia Sierra.

«Madre mía».

Eso fue lo único que pude pensar cuando volví a mí despacho y le eché un vistazo a aquel documento. Vicepresidente ejecutivo de marketing de productos en L'Oréal París. La nominado más joven que había aparecido nunca en la lista de «Los 40 de menos de 40» de
Crain's, que se había publicado varias veces en el Wall Street Journal. Doble máster por la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y la HEC de París, donde se especializó en finanzas corporativas y negocios globales, y en el que se graduó summa cum laude.

Todo eso solo con treinta años. Dios mío.
¿Qué era lo que Elliott había dicho? «Extremadamente dedicada». Eso era subestimarla y mucho.
Andres había dejado caer que su hermana no tenía su personalidad relajada, pero cuando parecí algo preocupada, él me tranquilizó rápidamente.

—Tiene tendencia a ser un poco estirada y demasiado perfeccionista a veces, pero no te preocupes por eso, Raquel. Sabrás lidiar con sus arrebatos. Seguro que hacéis muy buen equipo. Vamos, mujer —me dijo rodeándome con su largo brazo—, ¿cómo no te va a adorar? hasta pueden hacerse amigas

Odiaba admitirlo ahora, pero para cuando ella llegó, incluso estaba un poco enamorada de Alicia Sierra. Estaba muy nerviosa por tener la oportunidad de trabajar con ella, pero también estaba impresionada con todo lo que había conseguido y además tan rápido y tan pronto en su carrera. Y mirar su foto en internet tampoco es que me complicara las cosas: la tía era una maravilla. Nos comunicamos por correo electrónico para concertar asuntos sobre su llegada y aunque parecía bastante amable: nunca era demasiado amistosa.

Mi Secretaria 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora