capitulo 31

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Capitulo 31

-Se debe a que sé demasiado bien lo que puede pasar -dijo indecisa-. Yo pasé por lo mismo.
-¿Quieres decir después de la muerte de tus padres? -frunció el ceño y ella asintió....
-Sí, estábamos solos. No teníamos parientes y nos pusieron al cuidado de una familia. Yo tenia cinco años y mi hermano, ocho.
-¿Tu hermano? Creía que me habías dicho que no tenías hermanos.
-Ya no, pero lo tenía entonces. Lo adoptaron de inmediato. Era un niño simpático y bueno. Se lo llevaron a Oregón y nunca tuve noticias de él.
-¿Qué pasó contigo?
-Nadie me quería -trató de sonreír, pero su mirada era triste, tan triste que a James se le desgarro el corazón-. Yo era una chiquilla flaca y traviesa.
-Estoy seguro de que eras encantadora.
-Quizá no -se encogió de hombros-. No tengo ninguna foto de modo que no puedo decir si era fea o no.
-Sin embargo, tuviste una familia que te acogió.
-Eso sí -rió con amargura-. La tuve. De hecho, fueron tres familias durante el primer año -desvió la mirada-. Como podrás observar, no debía de ser fácil quererme. Nadie quiso quedarse conmigo.
-Ay, Dios, _______ -gimió-. No hables así, no era culpa tuya.

_______ se estremeció en sus brazos, pero no volvería a llorar. James la abrazaba con mucha fuerza como si pensara que podía haber olvidado lo que había ocurrido en el pasado. _______ sonrió e inclinó la cabeza hacia atrás para poder verle la cara. 

Maravillada, levantó la mano para acariciarle la mejilla. Parecía que a él le importaba.

-¿Qué sucedió después del primer año?
-Me colocaron en casa de la familia perfecta para cuidar niños. Tenían nueve criaturas, yo fui la décima.
-¿Cuánto tiempo duraste con ellos?
-Unos tres años -se mordió el labio-. Me alimentaron y me vistieron. Nos tenían muy organizados, cada uno tenía su quehacer y lo hacíamos muy bien.
-Suena... -titubeo porque no supo si debía decirlo-. Suena como un anticuado orfanato.
-Justo -asintió-. Nos cuidaban. Nos colocábamos en fila sonriendo para que la trabajadora social nos viera así cuando iba a la revisión. La pareja que nos acogió trabajaba mucho para asegurarse de que tuviéramos lo básico. Pensaban que hacían todo lo que podían por nuestro bienestar.
-Pero no os dieron cariño -adivinó.
-Eres muy listo, James Maslow -le sonrió-. ¿Cómo lo has sabido?
-Lo he oído en tu voz. Continúa. ¿Adónde fuiste después?
-La madre, la llamábamos Mamá Clay, se puso gravemente enferma. Yo era demasiado pequeña para comprender lo que estaba pasando. Ya no pudieron cuidarnos de modo que nos repartieron en casas nuevas y diferentes -bajó la mirada a sus manos-. Y en ese momento comenzó mi pesadilla.
-Háblame de ello.
-Me colocaron con una pareja que tenía dos niños. Eran mayores que yo. Eran niños. Eran... supongo que los describiría bien diciendo que eran delincuentes -calló.
-¿Te hicieron daño?
-Sí. Me hicieron cosas que no quiero recordar. Quizá lo haga algún día. En este momento no puedo hablar de eso.
-¿No hizo nadie nada al respecto?
-Desde luego. Les pegaban cuando los pescaban. Ellos prometían no volver a hacerlo, pero encontraban nuevas maneras de torturarme.

James cerró los ojos y trató de olvidar la necesidad de averiguar quiénes habían sido esos dos chicos para encontrarlos y hacerles pagar por lo que habían hecho. Pero esa necesidad en él no era muy realista en ese momento.

-¿Qué me dices de sus padres? ¿Eran buenos contigo?
-Ellos creían que sí, eran muy estrictos.
-¿Te pegaban? -exigió y se volvió para observarla.
-No -negó con un movimiento de cabeza-. Ese castigo no era aceptable. La trabajadora social se aseguró de que lo supieran. Nunca me tocaron. Pero la familia era un perfecto caos. No sé si podré lograr que comprendas lo horrible que fue. Nadie hablaba, todos gritaban. Se tiraban los platos, se maldecían. Nunca se sabía cuándo iban a empezar una riña. A veces yo despertaba a media noche y Norman -era el padre-, estaba persiguiendo a su esposa por toda la casa, gritándole, tirándole cosas, pegándola. Yo me encogía en la cama y me tapaba las orejas. Cantaba para mis adentros para no oír nada. Pero la casa se estremecía. No había modo de huir.

Se interrumpió un momento y él le apretó la mano.

-Cuando me portaba mal me encerraban en el armario a oscuras. Eso me asustaba mucho y lloraba hasta que me quedaba dormida. Luego sus hijos buscaban la manera de asustarme más. Una vez, pescaron una araña y la metieron en el armario conmigo.
-_______ -la abrazó y comenzó a darle besos-. Lo siento mucho, _______ -repitió una y otra vez-. Lo siento mucho.
-Nunca había hablado de esto con nadie -comentó maravillada-. Creía que era incapaz de hacerlo, pero he podido revelártelo a ti -sonrió y le acarició la cara-. Podría decirte cualquier cosa -murmuró mientras le escudriñaba los ojos como si deseara descubrir por qué él era tan especial para ella.
-¿_______, cuánto tiempo pasaste en ese lugar infernal?
-Hasta que cumplí quince años. Entonces tuve suficiente valor para hablar de la situación con la trabajadora social -sonrió-. Era Kathy Johnson. Fue maravillosa conmigo. Ella ya sospechaba algo, pero me estuvo observando hasta que se lo dije. Ese mismo día me sacó de allí y me llevó a vivir con ella. Sin su ayuda y estímulos nunca habría estado preparada para ir a la universidad. Sigue siendo mi mejor amiga.
-Gracias a Dios. Habías sufrido mucho durante mucho tiempo.
-¿Comprendes ahora? -le preguntó ella sin dejar de mirarlo a los ojos-. ¿Te das cuenta de por qué no puedo permitir que las gemelas pasen por lo mismo?
-Las circunstancias de tu vida fueron terribles -aceptó después de titubear-. Pero miles de chiquillos terminan en casas maravillosas. No sufren como sufriste tú.
-No puedo arriesgarme -movió la cabeza con firmeza-. Cuando las encontré pensé que podría hacerlo, ya no. No puedo hacérselo a Donna y a Danni. Haré cualquier cosa para quedarme con ellas.

¿Cómo podía él discutir después de lo que ella le había revelado? 

un regalo en mi puerta(james) CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora