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Kushina siempre había sido impulsiva desde su infancia, terca de personalidad y nunca ignoraba sus instintos. Ahora que era monarca, se había encargado de reprimir su imprudencia, pero en esos momentos no le importaba él lo absoluto: alguien había intentado matar a su hijo, y ese alguien tenía que morir.

Ni siquiera se molestó en infiltrarse, solo se abrió paso a punta de golpes. Bueno, no exactamente golpes, solo iba a noqueando con energía espiritual a quien sea que intentaba detenerla. Los guardias no tenían ni idea de lo que estaba pasando, solo sentían su vista nublarse y al siguiente momento, estaban inconscientes en el suelo.

Era su primera vez yendo a aquella sección del palacio Liliang, donde residía la familia imperial Senju. Específicamente, estaba en la parte trasera e ignorada, donde a su vez residía quien ella buscaba.

No quiso vagar por ahí sin rumbo, por lo que tomó a un guardia del cuello, sonriendo al verlo a los ojos mientras preguntaba— ¿Dónde están los aposentos de Jun Senju?

Tembloroso, el guardia apuntó hacia cierta dirección, solo para escuchar un "gracias" y luego sentir como las fuerzas abandonaban su cuerpo, quedando inconsciente.

Yendo hacia donde el guardia había señalado, Kushina llegó hasta una decente, pero sencilla puerta con el letrero de "Salón del Sol Naciente" arriba, pintado con letras doradas. Hizo un sonido de desdén, abriendo la puerta de un movimiento para luego entrar como si fuera su propiedad.

Por la luz de la luna, el traje verde pálido que llevaba tenía un contraste especial con su rojizo cabello que caía más allá de sus rodillas. Nueve esponjosas colas se movían al ritmo suave del viento invernal, sus pasos silenciosos se detuvieron frente a la puerta. Frunció el ceño al no sentir ningún rastro de vida cerca, excepto la de los guardias. Confiando en sus habilidades, dedujo que Jun Senju probablemente había escapado.

Entrecerró sus ojos con enojo al haber recorrido todo ese tramo para nada. Sin dejar ir la imposible idea de que Jun Senju estuviera escondido en sus aposentos, decidió quemar el lugar. No le importaba las consecuencias, solo quería satisfacer su ira. Chasqueó sus dedos para encender una chispa que dejó deslizar fluidamente hacia el tablón más cercano. No lo dio una segunda mirada al lugar, giró con gesto elegante su cuerpo y se desvaneció nuevamente, dejando atrás una nube de polvo.

Jiraiya miraba todo desde unos metros, su expresión divertida se tornó indiferente al ver como la edificación brillaba con llamas intensas. Era el fuego de un zorro de nueve colas después de todo, esa cosa ardería hasta que Kushina quisiera.

Minato tan solo suspiró al ver a su esposa prender el edificio, no pensando en cuanto dinero tendrían que dar para compensar los daños sino en el dolor de cabeza que le daría a su esposa si siguiera enojada. Despidiéndose de su maestro, Minato desapareció como un relámpago para buscar a su pareja. 

Teme's TextDonde viven las historias. Descúbrelo ahora