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En un momento actuaban como una pareja armoniosa, un esposo amoroso y gentil cuidando a su esposa moribundamente hermosa, y al siguiente, medio mundo los quería muertos.

—¿Por qué siempre nos metemos en situaciones como estas? —Obito exclamó rodando sus ojos, dando un salto imposible hacia el siguiente techo donde lo esperaba la figura de Kakashi. Bueno, no era exactamente la figura de su amigo, pero reconocía su presencia.

—Mil años de amistad contigo y aún no lo sé —el Hatake se encogió de hombros, su voz amortiguada por la máscara blanca con dos huecos con forma de ojos burlones delineados con detalles azules conformando las orejas, marcas de las mejillas y nariz. Una delgada curva negra mostraba una sonrisa maliciosa. Una capucha oscura cubría su cabello, la gruesa tela bajaba por sus hombros hasta más debajo de sus codos. El resto de prendas eran del mismo tono oscuro, sin nada especial que resaltar.

—Adelantate primero, te alcanzaré después de frenarlos —acompañó sus palabras con el sonido de una hoja de metal flexible. Obito reconoció la espada flexible que Kakashi ahora empuñaba dispuesto a usarla con los que se cruzarán en su camino. No era su arma habitual, claramente no expondría su identidad.

—Claro que no, no pienso regresar otra vez a este lugar para recuperar tu cadáver —Obito optó por sacar una daga normal, no sería tan efectiva como su arma personal, pero era mejor que luchar sin una. Caminó a un lado del Hatake.

—Como si fueran a dejar mi cuerpo intacto —Kakashi burló rodando sus ojos por debajo de su máscara y aunque no pudo verlo, Obito sabía que lo hizo. Siglos de conocer a alguien te hacen capaz de leer sus mínimas acciones, ¿ok?

El sonido de hojas secas siendo elevada por lo brisa fría de la noche acompañó su silencio congelado. Figuras oscuras se acercaban por debajo, escalando ágilmente hasta rodearlos estratégicamente. Entre ellos, pudieron destacar a los tres líderes de la Alianza Yongheng, esos serían los más difíciles.

—No queremos lastimarlos, así que será mejor que suelten sus armas y se rindan —advirtió uno de los hombres y Kakashi lo admiró un poco por su calma pero no tenía intención alguna por obedecer. Siglos de entrenamiento se mostraron en un certero golpe que tumbó a un hombre que se le abalanzó. El hombre sólo sintió el zapato de Kakashi en su estómago antes de caer. Una mujer se lanzó a atraparlo antes de que se rompiera algo, por sus apariencias similares, suposo que eran cercanos.

El caos cayó encima de ellos. No les fue difícil moverse por el techo; por su parte, Kakashi patruballa por techos y Obito tenía un sentido ridículamente bueno de adaptación. El problema estaba en que, aunque fueran más fuertes que los demás de su edad, eso no significaba que podrían enfrentarse a un trío especializado sin usar nada más que su fuerza bruta porque usar su energía espiritual podría revelar sus identidades.

Hubo un momento en el que la daga de Obito no soportó más la presión y se quebró como cristal. Kakashi se hubiera burlado sarcástico de no ser por la gran hacha que seguramente partiría a su amigo por la mitad de no ser porque tumbó al atacante, lo cual también implicaba que no pudo bloquear la espada que dejó una profunda cortada certera en su espalda que empezó a brotar sangre. Iba a cobrarle una fortuna a Obito por esto.

Un espeso humo que nadie supo de donde llegó se esparció nublando todo. En lo que demoró en dispersarse, Kakashi y Obito ya estaban corriendo a tres techos de distancia, muy cerca de salir de la residencia.

—Entonces, tenemos a diez personas intentando matarnos, ¿qué hacemos ahora? —Obito habló lo suficiente fuerte sin gritar, apretaba sus manos con los nudillos morados, sintiendo la sangre correr por sus venas.

—En realidad, son más de quince.

—¡Oh, lo siento por no ser más específico!

Kakashi ignoró el sarcasmo de su amigo y con una mano rápida, detuvo una flecha que hubiera atravesado el cráneo de Obito. Con una rápida mirada pudo darse cuenta de que varios perdían la conciencia y caían inertes o en el tejado o al suelo debajo de ellos con un ruido sordo. Una suavidad familiar rozó su única parte descubierta, su muñeca, y gruñó por debajo de la máscara. Te dije que no te involucrarás idiota.

Obito dio un paso hacia sus seguidores solo para ser empujado por Kakashi detrás de su espalda. El Hatake se tomó unos segundos para inhalar profundamente antes de lanzarse hacia al frente. Fue una lucha injusta de más de diez hombres contra uno, pero aún así, Kakashi tenía la delantera por una razón que sólo él conocía; tenía un ayudante externo. Sus patadas parecían más fuertes, sus cortes más profundos pero nada mortal, y agradeció a su 'ayudante' por no matar a nadie. Todo sería mil veces más complicado si alguien moría.

—Tengo una solución —Obito comentó, aprovechando que Kakashi retrocedió para poder posicionarse mejor.

—Genial, ¿qué es? 

—Fuego. 

—Definitivamente no. 

No iba a arriesgarse a que reconocieran alguna de las técnicas de Obito y lo ligaran a la familia Uchiha porque eso implicaría que Obito sería castigado. Escalofríos recorrieron su cuerpo cuando recordó la última vez que Obito cometió una ofensa mayor, realmente parecía un cadáver cuando volvió a ver la luz del día después de dos largos años de castigos que sólo los responsables de su tortura conocían.

—Cubrenos —el Hatake exhaló suavemente, dejando que su voz viajará por la brisa hasta el oído de su aliado. Supo que era su oportunidad al sentir una felposa extensión rozar por su muñeca nuevamente. Kakashi se dio la vuelta para tomar a Obito del brazo y jalarlo hacia el siguiente techo. Detrás de ellos, los seis hombres restantes se apresuraron con dos de ellos tropezando con algo invisible y cayendo al suelo, casualmente golpeando sus cabezas y perdiendo el conocimiento.

Los cuatro restantes de detuvieron en seco al oír los gritos estridentes desde abajo cuando estaban a punto de salir de las paredes protectoras para detenerlos. Dos de ellos decidieron quedarse, entre ellos el líder Yamanaka pues era la cabeza de la residencia después de todo y confío la tarea de perseguir a los ladrones a sus dos amigos cercanos, Chōza Akimichi y Shikaku Nara.

Aprovechando del momento en que sus perseguidores se detuvieron, Obito y Kakashi apresuraron su correr a lo más que sus piernas daban para salir pronto de la aldea rodeando la residencia hacia la seguridad en la oscuridad del bosque.

Entraron en la oscuridad del bosque seco, favoreciendo más el salir pronto de ahí que evitar hacer crujir las hojas secas en el suelo. Escucharon algo moverse rápido a sus espaldas y sintieron la presión dominante de los dos líderes.

—Corran recto hasta el otro extremo del bosque, guiaré a estos dos hacia la derecha.

Fue un tono suave acariciando su oído y por un breve momento, Kakashi confundió el origen de la voz como la de su maestro. Dio un asentimiento sin otra opción a elegir y pudo ver como una figura se materializó a un lado suyo, tomando su forma a la perfección. Era la misma máscara, la misma estatura, el mismo traje, incluso la misma espada que el tenía.

Las habilidades de transformación de Naruto son aún más perfectas. Admiró el Hatake, sintiendo el orgullo burbujear por su pecho cuando su copia exacta frenó e hizo un gesto de "adelante", quedándose atrás.

—¿Qué mierda fue eso y porqué se veía igual que tú? —Obito espetó sin poder quitar su mirada de la copia exacta de su amigo alejándose por la distancia, tan distraído en ella que Kakashi tuvo que jalarlo a un lado para evitar que se rompiera la cara contra una rama.

—Es mi gemelo.

—¿¡Qué!?

—Se llama Obito es un pendejo.

Teme's TextDonde viven las historias. Descúbrelo ahora