Daniela Waller y Jake Miller

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Daniela Waller y Jake Miller

Los drogadictos necesitan drogas, los alcohólicos necesitan alcohol, dependiendo física y emocionalmente de ellos, haciendo que su vida gire en torno a eso, creyendo que si no las consumen, morirán.

Nosotros éramos adictos al otro, a nuestra voz, nuestros ojos, sonrisa, tacto, besos, lágrimas, convirtiéndonos en el todo del otro al grado de creer que si uno de nosotros no estuviera, moriríamos, pero no fue así, uno de nosotros se fue  para que el otro pueda seguir adelante, para que aprendiera a vivir sin ella.

El papel que jugamos en nuestras vidas fue tan corto, pero importante, nos dimos las fuerzas que necesitábamos para seguir adelante, fuimos ese hombro en el cual nos apoyamos para levantarnos, pero no las piernas que nos sostuvieron, fuimos ese cigarrillo que dio la tranquilidad suficiente para seguir y no explotar, esa puerta que se abrió y cerró para dar paso a otra, a cosas nuevas y personas. Fuimos una cicatriz en nuestros corazones, pero que con el tiempo dejó de doler, un acierto y error, un momento y una vida, algo infinito y efímero.

Nos marcaremos mutuamente para siempre, pero al mismo tiempo no, secamos nuestras lágrimas para dar lugar a otras, nos robamos sonrisas y besos llenos de amor y dolor, aprendimos cosas del otro, nos mostramos como éramos en realidad, sin miedo a que uno se aleje, fuimos lo único bueno y malo en nuestro peor momento de vida, la bocanada más importante de aire y el último aliento, un sorbo de agua en plena sequía y al mismo tiempo la sequía, los pétalos de una rosa y sus espinas, lo que nos curó, pero al mismo tiempo nos lastimó, pero lo más importante es que fuimos la oscuridad y la luz.

Desde el principio supimos que no duraríamos, que podíamos dañarnos y generar alegrías, lo supimos y no importó, más era la necesidad de aferrarnos a la oportunidad que nos dio la vida para seguir adelante, que sin importar cuan larga o corta fuera nuestra vida, nos aferraríamos a ella, lo cual nos enseñó a no aferrarnos ni a las cosas y peor a las personas  porque tarde o temprano se van, tarde o temprano, todos nos vamos y dejamos enseñanzas a aquellas vidas de las cuales fuimos parte por un tiempo largo o corto, tarde o temprano todos morimos.

Dimos todo de nosotros, sueños, esperanzas rotas y aquellas que se mantuvieron intactas, confesamos nuestros más grandes temores y alegrías, nuestros demonios y ángeles, debilidades y fortalezas, siempre en ese orden, lo malo antes de lo bueno y siempre sacamos un resultado opuesto de ambas, pero al final, todo cambió, nos volvimos lo bueno, pero dimos lugar a algo malo que daría algo bueno, un ciclo sin fin.

Creamos cosas juntos para luego darles fin, siempre fue así, como todo en la vida.

Nadie sabe lo que sigue después de la muerte, si será el final total o el inicio de algo nuevo más bello y menos doloroso, eso es lo que hace a la muerte tan interesante, pero convirtiéndola lo único cierto en la vida.

Ambas van de la mano siendo tan opuestas y parecidas al mismo tiempo, dos amigas inseparables que se dan valor mutuamente.

Las personas aprovechan sus vidas porque saben que tarde o temprano llegará la muerte y algunos esperan la muerte con la esperanza de encontrar vida en ella.

Siempre aferradas a alguna cuando deberíamos aferrarnos a ambas, a la vida y muerte porque ambas están juntas, si las aceptamos y abrazamos, sin aferrarnos a ellas, la vida y la muerte, son la continuación de la otra, tenemos que saber que aún vivos se puede morir y que muertos podemos vivir, pero en el fondo, la vida y muerte son lo mismo, porque nos ofrecen ma oportunidad de seguir.

Nosotros éramos iguales, porque nos dimos la oportunidad de seguir, pese a que uno estaba vivo, y la otra muerta.

Nosotros éramos iguales, porque nos dimos la oportunidad de seguir, pese a que uno estaba vivo, y la otra muerta

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