I - HOME

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Los pasillos de Greenwich Hall se encontraban desiertos, era una de las residencias más grandes para estudiantes de NYU y a finales de agosto parecía un edificio fantasma. Nada de risas, conversaciones o música, sólo silencio y el zumbido de la ciudad, algún aire acondicionado a lo lejos, los autos pasando, pero ni una voz humana. Lauren entró a su departamento y una sensación hogareña la invadió. No quería pensar en aquel lugar como su casa, pero Miami tampoco era su hogar, constantemente sentía que no pertenecía a ningún lugar y que eso que algunos llamaban hogar era algo utópico, irreal o al menos inalcanzable para ella.

Ally no llegaría hasta la semana siguiente por lo que tenía algo de tiempo para ella, quizás podría ver algún espectáculo en Broadway o podría dejarse caer sobre el pasto en Central Park desde el amanecer hasta el crepúsculo. Ambas opciones eran buenas, pero se decidió por una tercera.

Salió de la residencia y comenzó a caminar por la calle Barrow, hizo el cruce con Hudson sin ver a los lados, si algún taxista le tocó corneta o la insultó, no se enteró, llevaba los oídos tapados con audífonos de los que salían un concierto para cello de Vivaldi. Al llegar a la séptima avenida tuvo que detenerse a mirar a su alrededor por primera vez, la luz del semáforo cambió de rojo a verde y pudo cruzar.

¿En qué habría estado pensando Vivaldi cuando compuso algo tan triste? Se preguntó, quizás ella no era tan distinta a Vivaldi, quizás él también había tenido padres exigentes y hermanos perfectos, quizás él tampoco podía controlarse a sí mismo y sentía que el fin del mundo estaba por llegar cada vez que algo andaba medianamente mal. Decidió seguir por Bleecker, a veces pasaba por esa calle, pero raramente se había dedicado a conocer los alrededores de su residencia. Con Ally solía ir a Brooklyn a visitar a Normani o iban a los espectáculos, pero sobre Manhattan no sabía casi nada. Se dijo que si en adelante sentiría que aquella ciudad era algo parecido a un hogar para ella, lo menos que podía hacer era dar un paseo por los alrededores.

En Macdougal cruzó a la izquierda y se encontró con una pastelería, decidió entrar. Con media docena de cupcakes de red velvet para llevar, salió  y siguió andando. Entre una pizzería y un café, apretada, se encontraba una librería. No tenía nombre y apenas si tenía una pequeña ventana que dejaba ver hacia el interior, entró. Quizás podría conseguir un libro que igualara su humor.

La tienda era estrecha, en ambos lados las paredes estaban cubiertas de estanterías repletas de libros sin ningún orden aparente. En el centro del lugar había una mesa sobre la que se acumulaban más libros, servía para crear dos pasillos. La iluminación era tenue y olía a polvo, las estanterías se extendían medio metro más. Al final se encontraba un hombre barbudo sentado tras un escritorio y leyendo el periódico, la miró por encima del periódico y regresó a su lectura sin decir nada. El lugar pedía a gritos ser ordenado. Se acercó a la mesa y tomó el primer libro, era una copia usada de La Campana de Cristal de Sylvia Plath. Lo abrió y se encontró con que tenía una dedicatoria.

Qué suerte coincidir en esta vida.
           Con amor,
                                Lucy

                                               03/06/1989

            Pagó por el libro y volvió caminando a casa.

            Una semana después Ally regresó. Lauren estaba sentada junto a la ventana que daba a la calle con el libro en manos, era la tercera vez que lo leía en una semana. Se había dejado llevar por la historia, sentía que el libro le hablaba. La historia de cómo Esther había perdido la cordura le resultaba cercana, a medida que la protagonista se iba perdiendo, Lauren se perdía con ella. Mantenía un diálogo con Esther, con Sylvia, la autora y así evitaba mantener un diálogo consigo misma. Lauren creía que así como el personaje principal de la novela, ella también tenía una campana de cristal sobre sí que le impedía respirar.

Don't save me (Camren Fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora