CAPÍTULO 35

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El cuerpo me duele. Las caderas, la cintura, las piernas y también la intimidad. Pero no hago nada por detener las embestidas de Andrey, quiero más. 

Hemos follado toda la noche, la madrugada y la mañana. En la fiesta, en su auto, en la cocina, en el suelo, contra la pared, en la barra de su bar y ahora en su cama. No dormimos absolutamente nada, el sexo es más importante. Especialmente cuando se tiene con tu profesor de filosofía. 

Él no parece cansado. Al contrario, cada vez está más activo y hambriento de placer. 

–Espera – gimoteo – dame un descanso. Necesito agua.

Se mueve de encima mío, pero no despega sus manos de mi cuerpo. Siento sus besos húmedos en mi espalda, y el calor de su cuerpo detrás de mí. 

 Gran manera de cumplir veinte años, ha sido mi mejor regalo hasta ahora. 

–Date prisa cría, necesito más – ruega, desesperado.

Pega su miembro a mi trasero, sobresaltándome y robándome un jadeo. 

–Que calientita estás – gruñe.

–Eres un desesperado – me quejo, para después besar sus labios.

Doy un pequeño salto, rodeando su cintura con mis piernas. Apretuja mi trasero, tirándose a la cama conmigo, recorriendo cada parte de mi cuerpo. 

–¿Ya te dije que hueles muy bien? 

–Si, es la décima vez que me lo dices. Cállate y dame placer. 

–Y dices que el desesperado soy yo – ríe. Me pone en cuatro, metiendo su miembro en mi entrada – ¿Así? 

–Si, así – echo la cabeza hacia atrás.

–Carajo Aretha, estás tibia y estrecha – susurra en mi oído.

–¡Andrey Kuznet! – alguien abre la puerta de golpe, interrumpiéndonos.

El profesor sale de mí, tomándome de la cintura y escondiéndome debajo de las sábanas. 

–Se puede saber, ¿qué paso abajo?, ¡eres un desordenado! – escucho unos cuantos golpes – ¡Tu casa es una catástrofe, parece que un huracán la atravesó!

–¿Qué mierda estás haciendo aquí?

–No me hables así, – una bofetada resuena por todo el lugar – ¡ve a limpiar eso y a comprar nuevos muebles!

–Estoy ocupado ahora...

–No te estoy preguntando, te estoy dando una orden. 

Escucho las quejas de Andrey y, a pesar de no entender nada, la situación me causa gracia.

–Sal, voy a cambiarme. 

–¿Disculpa? Créeme que no quiero ver tus tres centímetros de pene. 

¿Tres centímetros?, tres multiplicado por diez. 

Asomo la cabeza, viendo cómo Andrey se encoge de hombros, y sin pudor alguno se pone de pie. Uh, qué buena vista. 

–Oh, – la chica se percata de mi presencia, y camina hacía mí – tú debes ser la chica de la que me hablo Ania. Aunque ella te describió bastante diferente. 

Me hago pequeña en la cama, intimidada. 

–Si, ella dijo que eras fea y un tanto fachosa. Hizo un escándalo apenas llegue a su casa, empezó a llorar y gritar mientras te insultaba. En fin, creo que te odia. 

Mi Ilegal Adicción +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora