CAPÍTULO 37

68.5K 4.4K 2.4K
                                    


Observo los árboles a medida que el auto recorre las calles, alterando mis nervios mientras nos acercamos a casa de Ania.

Ahora es cuando me pregunto; ¿por qué carajos acepte venir? Esto será un fiasco, un desastre, una verdadera catástrofe. Y todo gracias al sexy imbécil de a mi lado, que se le ocurrió reunir a su ex prometida con su... ¿cría? 

–Relájate – se burla.

–No sé de que hablas, si estoy muy tranquila. 

–Aretha, sé lo que estás pensando. 

¿Desde cuándo me conoce tan bien?

–Bueno sí, sigo pensando que es mala idea. ¿Podemos regresar? 

–También es una mala idea que folles con tu maestro, y no te veo quejándote de ello. 

Sello los labios. No puedo contradecirlo, pero tampoco darle la razón porque mi orgullo sería pisoteado. 

–Déjame en cualquier estación, yo tomare el metro – evado lo antes dicho.

–Lo siento cría, pero tienes que venir conmigo. 

Me retuerzo molesta en el asiento, gimoteando.

–¿Por qué?

–Ya te lo he dicho antes, eres mi chica y tienes que acompañarme.

El calor no tarda en subir a mis mejillas – y bajar a otro lado – rápidamente volteo la cabeza hacia la ventana. Me siento bochornosa, ese apodo me hace sentir... sensaciones.

–¿Otra vez con esas cosas?

–¿Qué cosas, Aretha? Se llama relación, y no es nada del otro mundo. 

–Relaciones las que tenemos. En ningún momento accedí a entrar a una relación con usted, profesor – me apresuro a corregir.

–Lo decidí yo por ambos, alumna. 

–Que molesto eres – mascullo. Me guiña un ojo, victorioso.

Coloca una de sus manos en mi hombro, y no entiendo nada hasta que detiene el auto. Temerosa miro hacia afuera, encontrándome con una perfecta casa color blanco. Ya saben, de esas que salen en las películas estadounidenses en las que vive la típica familia rubia y perfecta.

–No vayas a huir – pide, aún sujetándome.

–No prometo nada.

–Hablo enserio.

–¿Y qué te hace pensar que yo no?

Resopla, cansado. Honestamente, lo entiendo, yo tampoco puedo aguantarme a mi misma. Se baja del auto, y cuando creo que tendré una oportunidad para huir, aparece de mi lado.

–¿Qué haces? – lo cuestiono, y su respuesta es sujetarme como costal de papas y subirme sobre su hombro – ¡Andrey, tengo vestido! 

Aprovecha para colocar la mano en mi trasero, evitando que mi vestimenta sea levantada por la brisa. Y con su mano sobrante, sujeta ambas bolsas de regalo. 

Empieza a adentrarse a la casa, y aún de cabeza soy capaz de admirar los arbustos perfectamente cortados que decoran la entrada. 

El olor de algún cigarrillo no tarda en llegar a mi nariz, mareándome. Andrey me pone en el suelo, sujetando mi mano y guiándome a no sé donde, pero definitivamente, no a la puerta de la casa. 

Lo entiendo todo cuando llegamos al patio, y antes de entrar ya me siento fuera de lugar. Es todo muy elegante y arreglado. Hay miles de personas alrededor de todo el jardín, una mesa espectacularmente grande de postres, y al centro hay una alberca. ¿Esto es una fiesta, o una boda? 

Mi Ilegal Adicción +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora