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Tras el paso de los días y eventualmente, semanas y meses, Taehyung pasaba más tiempo con Jeongguk que con SeokJin o Jimin, aunque, claramente, no los dejaba de lado. Se había propuesto conocer al chico y lo estaba haciendo, aunque no  resultó ser tan sencillo. Él lo sabía.

Jeongguk tenía una forma de ser extraña, era diferente a todas las personas que había conocido el rubio en su vida y había algo que simplemente lo anclaba a situaciones de todo tipo con el otro, sin embargo, lo más terrorífico era la marcada diferencia de personalidades que existía entre los dos. Todos parecían notarlo, menos ellos mismos.

Situaciones en las que demostraban y remarcaban sus personalidades tan opuestas como donde, mientras ambos veían el juego de básquetbol, uno gritaba y animaba al equipo de la casa y el otro miraba fijamente el juego, callado, analizando los movimientos del equipo contrario.

Taehyung y Jeongguk eran tierra y agua.

Tan solubles entre sí.

La mañana de aquel día había transcurrido de forma extraña. Mientras la alarma de la señora Kaeby se había tomado un día de vacaciones, la de Taehyung había sonado justo a tiempo pero el chico, que siempre esperaba a que fuera su madre quien lo despertara, no le prestó atención.

No fue hasta que entre sueños, el subconsciente de la señora le dictaba que tenía algo importante que hacer, que abrió los ojos de golpe y se puso en pies inmediatamente para su rutina mañanera, no sin antes observar que la alarma en su mesita de noche funcionara bien. Se dijo que más tarde le cambiaría las pilas.

Estaban retrasados por 30 minutos.

Salió de su habitación y se dirigió a la del rubio, llamando antes de entrar. Encendió la luz y arrancó las sábanas azules del pequeño cuerpo acurrucado y abrazado firmemente a una almohada. Le pareció tierna la imagen pero la universidad esperaba por ellos, tiró de sus pies sobre la cama y escuchó con una sonrisa plasmada en los labios las vagas quejas de su hijo por despertarlo de esa forma.

Fue a la cocina para preparar un desayuno rápido y arreglarse después.

En algún baño del lugar, un Taehyung adormilado, malhumorado y con la cara hinchada cepillaba con lentitud sus dientes. Se repetía lo tan necesario que era estudiar para poder llegar a ser alguien en el futuro cercano. Alguien, algo así como un multimillonario ejemplar.

Salió del baño tras ducharse y tomó la toalla azul para ponerla en su cadera. Tomó uno de los tantos geles que tenía para el cabello y tras poner un poco en su palma, lo esparció por sus rulos rubios, primero alborotándolo y luego acomodándolo.

Le encantaba el olor a coco en su cabello.

Al cabo de 20 minutos, ambos iban de camino a la universidad con sus gorros de lana de rana en sus cabezas, pues ese día estaba haciendo más frío de lo normal. Su madre iba tan amargada como siempre y las personas a si alrededor no cooperaban demasiado.

Al detenerse el auto frente a un semáforo, pudo ver como el chico de los tatuajes avanzaba a lado del auto en su motomonstruo.

Si, Taehyung acaba de bautizarla con ese nombre porque realmente era enorme para una persona. Aunque Jeongguk se viera como si estuviese sobre un trono en ella.

Como un mismísimo príncipe.

En el momento en el que iba a hablar, su madre decidió ahorrarle el esfuerzo.

— Hey chico, más te vale mantener tu tiranosaurio rex lejos de mi bebé, eh. Tendrías que vender tu vida para arreglar mi auto si lo dañaras.

— Mamá... — El reproche es evidente en las palabras del rubio.

Rewrite the stars -  taekook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora