Caput decem et octo.

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Finn en realidad adora la navidad

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Finn en realidad adora la navidad. Él no entiende cómo hay personas que la odian. ¿Por qué odiar a un día en el que comes bien, te arreglas y, si tus familiares no te consideran lo suficientemente viejo, te dan regalo? En serio, él nunca lo entenderá.

A pesar de todo el amor que le profesa a la navidad en familia, él no ha extrañado a la suya este año. Con su familia la navidad era buena, sí, pero nunca dejaba de ser algo tóxico. Solo tenía a su familia metiendo las narices sobre él, buscando una forma de encontrar un error en él y... sí, no ha extrañado eso.

Esta navidad, en cambio, ha sido distinta y para mejor.

Si en su cumpleaños Finn se sintió lo suficientemente lleno, bueno, eso no fue nada a comparación de la cena navideña con la que tuvo que lidiar. Queques de naranja, chocolate, vainilla. Dulces navideños, manjar casero, panetón y todos los bocaditos que se pudiera imaginar. Y, claro, para una cena que alimentaría a dieciocho personas aquello estaría bien, pero en esta cena solo habrían ocho ¿Cómo se supone que podría aunque sea probar la mitad de todo sin sentir que su estómago está siendo estirado en el acto?

—Oh dios mío, podría reventar. ¿Acaso realmente podría hacer eso? Puedo imaginarlo, ustedes tendrían pedacitos de Delila salpicados en su cara.

Finn arrugó su cara ante aquel escenario.

—Agradable. —Había decidido decir Maya sarcásticamente.

—Oh, vamos Finn, quita tu cara de asco. Sé que te sientes exactamente como yo. Apunto de reventar ¿No es así?

—Sí, Lila. Pero a diferencia de ti, yo evito decirlo. Se le conoce como buenos modales.

—Sí, sí. Solo te falta calle, así es como lo llamamos aquí.

—No pelees esta batalla, Finnie. —Dice Maya mirándolo desde su posición. Ella está casi desparramada en su silla—. Yo era como tú antes de juntarme con ella, te termina convirtiendo.

—Como sea. —Finn imita la posición de Maya y recurre a mirar al cielo y a seguir pensando en vez de seguir la conversación.

Un año atrás jamás se hubiera podido imaginar esto. Él, sentado al lado de dos chicas maravillosas, algo feliz y plenamente lleno. Él está contento. Ni siquiera sabe qué hora es, pero sabe que deben ser casi las seis de la mañana porque el sol ya está comenzando a salir. Están los tres, en el techo de la casa de Lila, el cielo aún está gris y ellos están vestidos de distintos colores, resaltando entre el día, e incluso cuando fue de noche. Sin embargo, hay algo que no lo deja ni un segundo, es ese bichito que persistentemente está ahí y Finn tiene que soltarlo.

—Entonces ¿Cuándo iremos a Crux? ¿Ya lo han decidido? —Él no obtiene nada como respuesta.

Aparta la mirada del cielo y se da cuenta que ambas están dormidas. No puede ser. Ni siquiera habían pasado cinco minutos en silencio.

Initium: Los líos de Finn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora