Caput primum.

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Finn Wolfhard en multimedia

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Finn Wolfhard en multimedia.

Advertencia

-Representación de un ataque de ansiedad-

Fue durante una noche cálida que el presidente de los alumnos que pertenecían al voluntariado universitario se encontraba verificando que todo estuviera listo y perfecto para el día siguiente. La feria escolar era algo grande, algo que organizaban con esmero porque el punto era convencer a los alumnos que aquella era la universidad correcta, la mejor de todas. Todo era superficial, por supuesto. Todo se hacía con la finalidad de obtener más dinero, pero a él no le importaba, lo único que sabía era que debía organizar todo de manera correcta para que los estudiantes de secundaria pasaran un buen rato. Risas, gritos, júbilo y todo eso. Él esperaba contagiarse de esas sensaciones que no acostumbraba a sentir.

—¡A las siete de la mañana aquí, Luci! —Su voz era alta y las palabras habían sido formuladas con seguridad—. ¡Y no te olvides de traer a tu amigo el que estudió un curso completo de manualidades! Lo necesitamos para la muestra de la elaboración de los comederos para perros, lo sabes.

Luci se encontraba a tan solo unos pasos de Finn, y en serio se preguntaba por qué diablos le estaba gritando si ella lo oía con claridad, pero no dijo nada. Lo entendía, estaba estresado; los parciales estaban realmente a la vuelta de la esquina, se exigían tareas a tiempo, pulcras, y, sin embargo, él estaba ahí, velando porque todo marchara bien al día siguiente. Era un ángel, ella pensaba.

—No te preocupes, Finn. —Respondió Luci con un tono calmado—. Todo saldrá bien ¿Si? Deberías ir a casa, es tarde. —Finn respondió con un asentimiento distraído y con un gesto tranquilizador y una sonrisa, Luci dejó la universidad.

Finn miró una última vez a su alrededor, todo lucía calmado y perfecto. Las atracciones en su lugar, los puestos de información estaban ahí y el pequeño rincón donde se ofrecería un taller rápido sobre cómo elaborar recipientes para que los perros callejeros puedan comer estaba deslumbrante, con todo listo y aquello era su mayor orgullo. Era una suerte que las clases se vieran suspendidas, él pensaba, sin duda no podría estar haciendo nada de esto si tuviera clases y proyectos que presentar.

Caminó por las aceras acompañado de la débil iluminación de los faros de luz, mirando a todos lados, preocupado y con miedo de que algo malo pudiera pasarle, como siempre que caminaba a altas horas de la noche. No pudo evitar que sus pensamientos se deslicen al único hecho interesante que le había sucedido hace casi tres semanas atrás: Su celular y mensajes misteriosos. Finn sabía que era muy poco probable que la chica (O chico, él no lo sabía) le respondiera, debió haberlo supuesto cuando le dijo que eso sería todo, que iba a dejar de mandarle mensajes, pero la esperanza estaba ahí, incluso tres semanas después.

Las constantes preguntas abundaban en su cabeza y él lo odiaba. Odiaba que nunca pudiera ser capaz de dejar un tema sin antes darle miles de vueltas y cuestionar hasta lo más mínimo. Odiaba tener que fingir que todo iba bien en su vida, que no sufría de ninguna condición externa cuando se le preguntó, sólo porque no quería ser mirado con lástima y tener que oír a personas que no le creen burlarse de él, como si no sufriera de una ansiedad grave y no diagnosticada. También odiaba llegar a su pequeño cuarto completamente oscuro y deprimente, donde ni siquiera podía hacer bien sus tareas, sin embargo, ese lugar era lo único que podía permitirse, así que desde el maldito punto de vista positivo, al menos tenía un lugar donde hacer sus deberes y sufrir su ataques de ansiedad y eso estaba...bien. ¿Cierto?

Initium: Los líos de Finn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora