Capítulo I

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Ciencias del Comportamiento, la sección del FBI que se ocupa de resolver los casos de homicidio cometidos por asesinos reincidentes, se encuentra en un semisótano del edificio de la academia de dicha institución en Quantico, medio sepultada bajo tierra. Will Graham llegó a dicho lugar con sus rizos llenos de briznas de barro y su chaqueta manchada del último simulacro en el que participó.

No halló a nadie en la oficina de recepción y se sacudió los rizos al advertir su reflejo en las puertas de vidrio. Sabía que sin necesidad de arreglarse era atractivo pero los ocultaba bajo capas de ropa y un semblante osco. Las manos le olían a pólvora, pero no tenía tiempo de lavárselas; la orden de Crawford, El jefe de la sección, había especificado ahora mismo.

Encontró a Jack Crawford solo en la atiborrada sala de oficinas. Estaba de pie, junto a una mesa que no era la suya, hablando por teléfono, lo cual permitió a Will observarle con tranquilidad. Sin necesidad de sentir realmente al evitar su mirada.

Era la primera vez que le veía en un año y lo que vio la impresionó. El aspecto habitual de Crawford era el de un ingeniero de edad madura, bien conservado, que podía haberse pagado la carrera jugando a béisbol; debía haber sido un hábil catcher, capaz de bloquear con dureza la base del bateador. Ahora había adelgazado, el cuello de la camisa le quedaba grande y tenía bolsas oscuras bajo los ojos enrojecidos. Quienquiera que leyese los periódicos sabía que la Sección de Ciencias del Comportamiento estaba recibiendo severas críticas por todas partes. Graham confió que a Crawford no le Hubiera dado por beber; a diferencia del propio Graham. Tal cosa parecía aquí muy improbable.

Crawford acabó su conversación telefónica con un tajante: «No.”

Cogió el expediente del joven, que sujetaba bajo el brazo, y lo abrió.

-Graham, Will Shannon., buenos días -dijo.

-Hola. -La sonrisa del muchacho fue meramente cortés.

-Nos vimos hace poco ¿no?. En la inauguración del Museo -Graham asintió con una mueca. – Tuvimos un desacuerdo-

-Fue más un problema de opinión – dijo Will manteniendo su mirada en la corbata del hombre.

Crawford tarareo ante eso- Usted no parecía de acuerdo con el nombre del Museo- Graham se encogió de hombros y espero – Pero esa no es la razón por la que le llamé –

Graham asintió entonces, incierto.

-Sus profesores dicen que es un buen elemento, tiene experiencia en homicidios en su tiempo en Luisana, buena referencias de su antiguo Jefe. Quiere ser parte del FBI-

Graham esperaba entrar pero sabía que no pasaría la evaluación psicológica si dependía de la doctora Bloom.

-Ellos no suelen decir halagos- fue a lo que atinó a decir Graham

-Suelo pedir informes sobre los reclutas, sobre todo de usted. –

Graham se sorprendió de esto pero pronto se dio cuenta que Crawford conocía sus “talentos “. El Jefe de la Unidad le pareció a Graham un hombre que siempre obtendría lo que deseaba, apegado a su ética y moral, con un sentido de justicia sólido. Había asistido a varias conferencias y se dio cuenta de porqué lo llamaban  “El Gurú”. Aparte de su inteligencia, Crawford poseía un peculiar discernimiento que, según Graham había advertido, se manifestaba en su sentido para combinar los colores y texturas de su atuendo, incluso dentro del limitado radio de acción que permitía el uniforme de agente del FBI. En este momento iba aseado pero deslucido, como si estuviera mudando el plumaje.

-Ha salido un trabajó y pensado en usted- dijo Crawford-. En realidad no se trata de un trabajo sino más bien de un encargo interesante. Quite las cosas de Berry de esa silla y siéntese. Dice usted aquí que cuando termine la academia quiere ser parte del FBI. -

La ira del corderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora