Capítulo II

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El doctor Frederick Chilton, cincuenta y ocho años, director del Hospital Estatal de Baltimore para la Demencia Criminal, tiene una mesa de trabajo larga y amplia sobre la cual no aparece ningún objeto duro o punzante. Algunos miembros del personal la llaman «el Foso". Otros miembros del personal ignoran el significado de la palabra foso. El doctor Chilton permaneció sentado detrás de su mesa cuando Will Graham entró en su despacho.

-Han pasado muchos detectives por aquí, pero nunca uno tan interesante como usted, señor Graham - dijo Chilton.

Graham supo sin pensar conscientemente en ello que el brillo de la mano que le tendía el director era lanolina de atusarse el cabello.

Y se desprendió del apretón antes de que él lo hiciera.

Chilton había lanzado algunos comentarios sobre Graham en la inauguración del Museo de Crawford, dichos comentarios instalaron el pensamiento ocioso en Will de meter el armazón de sus gafas en la garganta de Chilton.

-Veo que Crawford ha conseguido un uso para sus talentos- prosiguió sin ponerse en pie- Si usted prefiere, puede quedarse más tiempo y tener una larga conversación sobre sus habilidades-

-Estoy aquí por encargo del Agente Crawford no para socializar, Doctor Chilton- dijo Will con mucha mesura a pesar de querer golpear el rostro del otro hombre contra la superficie de su escritorio bien pulido

La sonrisa decayó en el rostro de Chilton pero no por ello sus intentos.

-Va a quedarse en Baltimore algunos días? ¿Sabe una cosa? Aquí hay tantas oportunidades de tener conversaciones. -

Graham desvío su atención a la ventana de la oficina para componer una mueca.

-¿Hay algún número en Washington al que pueda telefonearle por si, dentro de unos días, claro está, fuera conveniente una entrevista complementaria?-

-Por supuesto. Qué amabilidad la suya al pensar en ello. Este proyecto lo lleva Jack Crawford; siempre puede ponerse en contacto conmigo a través de su oficina. -

-Ya -replicó Chilton. Sus mejillas, al motearse de rosa, desentonaron con la improbable tonalidad caoba de su acicalado peinado-. Enséñeme su identificación, haga el favor. -Permitió que Will permaneciese de pie mientras él examinaba con toda calma su documento de identificación. Luego se lo devolvió y se puso de pie-. Esto nos ocupará mucho rato. Venga conmigo.-

-Me dijeron que me daría usted instrucciones, doctor Chilton -dijo Graham

-Puedo dárselas mientras nos dirigimos hacia allí. -Salió de detrás de la mesa echando una mirada a su reloj de pulsera-. Tengo una comida dentro de media hora.-

Will contuvo un suspiró ante eso. Pudo ahorrarse el dolor se trasero dándole un jodido número, pero bueno.

Quizás sería mejor, no tener público para esto.

-Ah, tengo una llamada que hacer antes de ir ahí - dijo Chilton- Espere en la recepción-

Graham salió de la oficina jugueteando con el sobre donde llevaba la entrevista para Lecter, su chaqueta estaba algo de más aquí pero no deseaba tener que retrasar su salida al terminan.

Chilton apareció poco después.

-¿va armado? - cuestionó el hombre mayor emprendiendo el camino.

-No-

Chilton lanzó una mirada al cuerpo de Will, quien se removió un poco antes de que la puerta de metal se cerrará y tuvieran que seguir avanzando.

-Lecter nos causa considerables molestias -dijo Chilton dirigiéndose a él por encima del hombro-. Uno de los enfermeros dedica como mínimo diez minutos al día a quitar las grapas de las publicaciones que recibe. Hace algún tiempo, intentamos anular o al menos reducir sus suscripciones, pero nos denunció y el juez falló a favor suyo. Antes el volumen de su correspondencia personal era enorme. Afortunadamente, desde que su caso ha perdido actualidad, ha disminuido. Hubo una época en que parecía que cualquier estudiantillo que estuviese redactando una tesina de psicología tuviese que hacer referencia a Lecter. Las revistas especializadas todavía publican sus trabajos, pero es por el valor de reclamo que ejerce su firma.-

La ira del corderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora