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—Creo que sí me gusta. —admití a través de la línea, oyendo un grito por su parte.

¡Te lo dije! ¡Yo sabía! —rodé lo ojos y alejé el celular de mi oído.— ¡¿No soy un dios adivinador?!

—Haz silencio, estás loco. —oí más gritos por su parte, y cosas inentendibles.

Es que yo te lo dije, te dije que tenía un sexto sentido para estas cosas. Además, a pesar de no conocer a John aún, puedo notar a millas que le encantas. —negué con una pequeña sonrisa.

—Aunque eso sea cierto, es imposible que algo ocurra entre nosotros. —comenté.

¿Por qué dices algo así? Eres un gran partido Paul, cualquier hombre sería afortunado de estar contigo. —suspiré.

—Nadie nunca me amará, se aburrirá de mí, yo no nací para el amor. Mi destino es permanecer junto a Martha hasta que se vaya al cielo de los perritos, y luego yo moriré de tristeza. —reí bajito cuando bufó fuerte.

Tienes que quitarte la idea que te metió ese estúpido en la cabeza hace años, porque él es quien realmente no merece amor, Paulie. —sonreí suavemente.

—Lo sé, lo lamento, aún estoy trabajando en eso... —George suspiró sonoramente.

Dios, te extraño tanto que no te puedes hacer una idea, quiero abrazarte y beber contigo mientras miramos películas románticas y me burlo de ti porque estás soltero. —reí ante sus palabras.

—Entonces quédate dos semanas encerrado, sin ver a Richie, ni a ninguna persona, y te aceptaré en mi sofá. —suspiré cuando se quejó, porque no habían días en que George no se juntara con su novio.

Ugh... ¡Está bien! Lo intentaré, sólo para que te des cuenta de cuánto te amo, bastardo. —una carcajada escapó por entre mis labios.

—Espero que cumplas, porque yo también te extraño mucho. —y reí otra vez por sus exagerados ruidos.

Voy a colgar o me harás llorar. Adiós Paul. —se despidió primero, pero no cortó.

—Adiós George. —oí algo parecido a un beso en la línea, cosa que me hizo reír antes de finalizar la llamada.

Dejé mi celular sobre la mesa, y como había acostumbrado a hacer el último tiempo, espié a mi hermano desde la puerta mientras estaba en su clase de literatura, aquella que dictaba John. Me vi obligado a marcharme de allí a penas Michael me miró alzando una ceja, me había atrapado, y decidí escapar del lugar antes de que me hiciera pasar por un momento vergonzoso.

Terminé de limpiar el apartamento y cada una de sus esquinas, cumpliendo religiosamente con mi rutina, botando las cosas que había utilizado, y bufando al notar que la bolsa se había llenado. Eso significaba tener que ponerme las tediosas bolsas en los pies, guantes, mascarilla y lentes para botarlas en el depósito de mi piso. Sólo agradecía tener que abrir una pequeña y simple compuerta para descargar todo, y no tener que bajar hasta el primer piso para botar todo en el contenedor, como algunos preferían.

Cuando estuve listo para salir, tomé las bolsas con mis manos y dejé el aerosol junto las toallitas desinfectantes sobre la mesa, las cuales me esperarían a mi regreso. Tomé una gran bocanada de aire antes de abrir la puerta, y corrí al depósito, abriendo la pequeña compuerta para dejar caer las bolsas por ahí, cerrandola con rapidez.

—¡Hola Paul! —sonreí casi por inercia al oír su voz a mis espaldas.

—Hola John. —lo saludé un poco menos enérgico que él, pero igual de contento.— ¿No estabas en una clase? Te vi en la pantalla de Mike.

don't touch me ; mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora