16

563 71 55
                                    

—Llamó papá, el auto se descompuso y necesita mi ayuda.

Alcé la vista de la pantalla de mi laptop en dirección a mi hermano, viéndolo vestido ya listo para salir, utilizando nuestro ya bautizado traje de astronauta. Podía verlo tocar sus manos nervioso, acariciar sus dedos mientras miraba la puerta, y yo sólo sonreí de manera suave ante su temor por una negativa de mi parte. A pesar de que detestaba el exterior, sabía que mi hermano no lo hacía, salir le haría bien y lo ayudaría a despejarse. Además, ya sabía que se cuidaría.

—Está bien, ve. —Mike saltó en su lugar, alzando un brazo mientras festejaba.

—Cool, porque invité a mi maestro para que te haga compañía mientras no estoy. Estás loco si piensas que te quedarás sólo. —suspiré al oírlo.

Michael tomó sus pertenencias metiendolas en los bolsillos del overol, y se marchó tras abrazarme y llenarme el rostro de besos. Era extremadamente cariñoso conmigo, y era algo que no había perdido con los años a pesar de que ya estaba por cumplir dieciocho, seguía siendo el pequeño de diez años que no me dejaba tranquilo porque me demostraba su cariño todo el tiempo.

No pasaron ni cinco minutos cuando sentí el clásico golpeteo en la puerta, y cerré el aparato porque ya había terminado mi trabajo. Me puse una mascarilla y caminé con pereza frente a la puerta, abriendo ésta y sonriendo bajo la tela cuando vi a John frente a mí, llevando un par de cosas en sus manos, a las cuales no les presté mucha atención.

—Hey, ¿dormiste bien? —asentí, sintiendo un cosquilleo en mi estómago.

—Me dormí un poco tarde, pero estoy bien. Gracias. —mi vecino rió.

Me hice a un lado mientras se quitaba las bolsas, metiéndolas en su bolsillo y dando un paso dentro de mi apartamento. Mi vista curiosa viajó a sus pies, y lo vi utilizando unas cómicas pantuflas de Hulk, que me hicieron sonreír. Cerré cuando estuvo dentro por completo, y por la sorpresa di un saltito en mi lugar cuando me dio un pequeño y suave abrazo, el cual correspondí gustoso, apoyándome en su hombro.

—Podría volverme adicto a esto. —solté una risilla.

—¿Qué traes ahí? —pregunté, apuntando con la mirada las cosas que había dejado sobre la mesa.

—Traigo un super kit para que te sientas mejor. —sonreí.

Entre aquellas cosas había una barra de chocolate, palomitas y pizza para microondas, y mascarillas hidratantes para el rostro junto otras cosas para el cuidado de este. Si su plan era tener una clase de día de spa mientras comíamos diversas cosas en mi apartamento para alegrarme, había dado perfectamente en el clavo.

—Eres grandioso. —admití, y rió.

—Hoy no debía corregir exámenes, por lo que decidí venir a consentirte. —con timidez apoyé mis nudillos en mi mejilla, sabiendo que me había sonrojado.

El castaño se quitó la mascarilla frente a mí, acto que copié, dejándolas juntas sobre la mesa. Nos quedamos como bobos de pie frente al otro, no podía sentirme más tonto al respecto, y es que John me miraba el rostro, paseando sus ojos por la zona, y me sentía algo tímido.

—Oh, ya detente... —murmuré, cubriendome la cara con las palmas de mis temblorosas manos.

—¿Me dejarías besarte algún día? —y sentí mi corazón detenerse.

—¡John! —exclamé sorprendido ante su pregunta.

La idea nunca había pasado por mi cabeza, había estado tan concentrado últimamente en otras cosas o disfrutando los momentos en que charlábamos que aquello nunca tuvo lugar en mis pensamientos, nunca hasta ahora. Supe de inmediato que me había puesto rojo, como acostumbraba cuando me decía cosas bonitas, pero la idea de que algún día podríamos besarnos me había hecho sentirme como un tonto enamorándose por primera vez.

don't touch me ; mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora