15

545 80 34
                                    

El intenso dolor de cabeza se me hacía insoportable, y el horrible aroma a alcohol quemó mi nariz, haciéndome fruncir el ceño. Todo me daba vueltas, por lo que aún no me sentía preparado para abrir los ojos, pero aquello no me impidió soltar un largo quejido por mis malestares. Sentía el estómago revuelto, la garganta me ardía y mi cabeza palpitaba, sumando a todo aquello unas horribles náuseas e intenso cansancio.

—¡Paul!

Separé con lentitud mis párpados, no teniendo tiempo de reaccionar cuando mi hermano ya estaba sobre mi cuerpo abrazándome con fuerza. Volví a quejarme bajito, sintiendo mi cuerpo doler inexplicablemente, me sentía fatal.

Entonces mi mente se aclaró en segundos, y supe porqué estaba así en este momento.

—Me bebí toda la botella... —fue lo único que dije, recriminandome.

¿Cómo pude ser tan irresponsable conmigo mismo?

—También desayunaste un par de pastillas, idiota. —la voz de mi mejor amigo llamó mi atención de inmediato.

Cruzado de brazos y con una expresión de molestia descansaba apoyado en el marco de la puerta de mi habitación, mirándome fijamente y haciéndome sentir pésimo. Sólo pude observarlo confundido ante sus palabras, yo bebí más de la cuenta y ya no recordaba nada más desde ese punto.

—¿Vomité? —Mike asintió.

—No sabíamos qué hacer, tuviste una maldita sobredosis y nadie contestaba el teléfono. Tuvimos la suerte de que John sí lo hizo. —cubrí mi rostro rápidamente, totalmente arrepentido.

—Yo sólo quería borrarme por un momento, quería olvidar lo que ocurrió pero se me fue de las manos...

La culpa, el remordimiento, y mil sentimientos más me atacaban, revolviendo mis ideas y todo a su paso. Pero lo que me hacía sentir peor, era saber que tal vez John ya no querría saber nada más de mí. ¿Qué más se podría esperar de alguien como yo? Un estúpido maniático y un posible potencial e inconsciente suicida, un maldito traumado que no medía sus límites a penas las cosas se tornaban mal.

Un patético.

Cerré mis ojos con cuidado, y me solté a llorar, sintiendo los brazos de mi hermano y mi mejor amigo abrazándome, siendo contenido por ellos. Mi cuerpo dolía, aún me ardía la garganta y llorar tornaba las cosas peores. Me sentía débil, indefenso, había vuelto un par de años atrás cuando aún era inocente y torpe, cuando era un completo chico tonto que no sabía nada sobre la vida y recibía un erróneo amor que creía merecer.

Estaba apenado, triste y adolorido.

—Preguntó si podía verte. John dijo que quería visitarte cuando despertaras. —pero aquellas palabras no me hicieron sentir mejor.

—Va a despedirse de mí, ¿no es así? Ya no querrá saber nunca más de mí...

La pena me estaba consumiendo, y temía volver a caer en aquél pozo del cual luché tanto tiempo por salir, estaba temiendo por caer nuevamente, y esta vez, no ser capaz de ver la luz nunca más.

Al menos sería un buen hombre y me lo diría en la cara, no saldría huyendo, y sería completamente honesto conmigo, ¿no?

—Nosotros sacaremos a Martha, y te dejaremos con él en la tarde. Si estás de acuerdo, por supuesto. —asentí con suavidad.

—Supongo que llegó el momento de que esta fantasía arribara a su fin, ¿no es así? —más ellos me ignoraron.

—No pienses que todo está perdido. Mi maestro te quiere de verdad y es una buena persona, no te abandonará.

don't touch me ; mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora