24

478 65 129
                                    

No evité reír al oír aquél ensordecedor grito proveniente de mi mejor amigo.

—¡Me va a doler! —exclamó con histeria.

—Aún no lo tocamos, señor. —contestó aquél enfermero a su costado, el cual llevaba más minutos de los necesarios encargándose de George.

—¡El gobierno me quiere controlar con un chip! —esta vez me cubrí el rostro, sintiendo vergüenza ajena por mi mejor amigo.

—Señor, si usted cree en esa idiotez, entonces déjeme decirle que el "chip" usted ya lo trae —George palideció.— y es su celular.

Él volvió a gritar.

Intenté ignorar su escándalo mientras que otro enfermero de cabello rubio se posicionaba a mi costado, y me indicaba que debía dejar mi brazo al descubierto. Por comodidad para la vacuna, no había venido con el traje de astronauta, dejándolo en el auto donde mi novio nos esperaba, pero si me había puesto las bolsas, guantes, mascarilla y gafas plásticas. De todas formas llegaría a darme una extensa ducha y metería toda mi ropa a lavar.

Deslicé mi brazo por dentro de la camiseta de mangas largas hasta sacarlo por debajo, enseñando parte de mi torso al estar media prenda elevada, y dejando mi hombro derecho al descubierto. Cerré mis ojos fuertemente cuando el enfermero tocó mi piel con sus guantes, esperando sentir el terrible pinchazo con el dolor de la mano, pero nada. No había ocurrido nada.

—¡Estamos listos Paul! —anunció contento.

—¿Qué? —inmediatamente observé mi hombro con algo de dificultad, viendo un curita adherido a mi piel.— ¿Ya me vacunó?

—Sip, ya estás listo. —reí bajito sin poder creerlo.— Siempre soy halagado por mi mano suave.

Ante el tono con el que dijo sus palabras, sonreí, mirándolo a los ojos.

—Tiene buena mano, muchas gracias. —dio una ligera reverencia mientras reía.

Y se escuchó un último alarido por parte de George, que hizo a todas las personas presentes en esa sala reír.

—Uh... No me dolió. —murmuró mi escandaloso amigo luego de ser inoculado.

El enfermero anotó un par de cosas sobre un papelito, y me lo entregó, aclarando que eran indicaciones por si tenía posibles malestares, y qué medicación podría ingerir para sentirme mejor. Me levanté de mi asiento y deslicé mi camiseta hacia abajo para volver a cubrir mi piel, metiendo mi brazo de regreso en la manga y esperando a que mi mejor amigo se alistara.

—Por cierto, tienes muy bonitos ojos Paul... —murmuró aquél enfermero cuando volteé para marcharme.

—Gracias. —contesté sin mirarlo, y me fui junto a George de allí, metiendo el papel en mi bolsillo.

Por protocolo, debíamos quedarnos veinte minutos esperando en el lugar por posibles malestares causados por la dosis. Habíamos decidido acatar esa instrucción y quedarnos allí, pero había un grupo no muy pequeño de personas también esperando con nosotros, y aquello no me dejó tranquilo. Estaba extrañando mi traje de astronauta y a mi novio. Tiré de las ropas de George, rogando que nos fuéramos de allí, y aceptó mi petición. Con cautela nos fuimos al estacionamiento del horrible hospital, y nos dirigimos al auto de John, que había insistido bastante en acompañarnos hoy hasta que accedimos.

—Oh, ¿ya están listos? —preguntó cuando subimos al auto luego de haber descargado bastante desinfectante en aerosol sobre nuestras ropas, y me puse el traje.

—Bueno, nos inyectaron con agujas gigantes y me porté muy bien, luego ese enfermero rubio coqueteó con Paul y nos fuimos de ahí. Debíamos esperar veinte minutos con el resto de las personas pero Macca no se sintió cómodo y regresamos al auto. —fruncí el ceño.

don't touch me ; mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora