American pie

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Nota del autor: no me resistí a publicar esto antes de tiempo.

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2024

Elsa

Mi cuerpo permanecía en móvil desde hace quien sabe cuánto tiempo mientras leía y volvía a releer el mismo mensaje.

Jack

Hola, Elsa

Nada cambiaba, seguía siendo lo mismo, pero mi mente seguía sin poder aceptarlo.

"Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost, Jack Frost"

Se repetía ese nombre en mi cabeza, una y otra vez, como un bucle permanente del que no podía escapar.

"¿Qué debo hacer?"

Me cuestioné a mí misma, una parte de mí quería responder ese mensaje de inmediato, otra parte quería ignorarlo, pero algo era indudable... los hechos no cambiarían.

Por más que quisiera que todo fuera diferente no podía hacerlo, lo que estaba hecho no se podía deshacer y el haber conocido a Jack Frost era algo que era inevitable para mí.

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Año 2003

Narrador

Un pequeño niño de tan solo seis años se encontraba inmerso en sus pensamientos, no podía parar de pensar en lo aburrido que estaba, parecía casi un crimen que un niño en pleno desarrollo como él tuviera que resignarse a pasar todas las vacaciones de verano completamente solo debido a que su único amigo, Hipo, había sido obligado a emprender un viaje en auto por todo el país con su familia; mientras él se estaba pudriendo en su falta de socialización, no tenía más amigos y era el único niño en todo el vecindario, el resto eran familias con hijos ya muy mayores como para entablar una amistad con un pequeño como Jack.

Movió los ojos de un lado a otro mientras dejaba escapar un largo y agotador suspiro de cansancio, si no encontraba alguna manera de entretenerse pronto se iba a morir, o bueno, eso es lo que pasaba por su pequeña cabecita de infante.

"La única manera de dejar de estar aburrido es morirme"

Pensó con seriedad buscando con la mirada alrededor de su cuarto en busca de alguna travesura para hacer.

Todo esto era culpa de su mamá, si hubieran adoptado un perro, justo como él lo pidió, o si le hubieran regalado el hermanito que tanto había pedido, esto no estaría pasando.

Llevó su manita hacia su melena castaña... melena... cabello... ¡si, eso era!

"Tengo el cabello muy largo" se dijo a sí mismo el niño, "Tal vez deba pedirle a mamá que me llevé a cortarlo, siempre que vamos el anciano que lo corta me regala un globo"

Sin dudarlo brincó de su cama de auto de carreras y movió sus piecitos a toda velocidad bajando las escaleras, dio un gran salto al llegar al tercer escalón.

–¡Jackson!– gritó su madre, una afable mujer de 28 años con cabello corto y tan marrón como el de Jack –¡Que te he dicho!, si sigues haciendo eso te lastimaras– lo regañó, pero al niño poco le importó.

–Mamá, tengo el cabello muy largo, ¿podemos ir con el Sr. Fredricksen?– brincó de un lado a otro con emoción, su madre a menudo se quejaba de que Jack tenia demasiada energía, incluso para un niño de su edad.

–Mhhh– Mary hizo una mueca pensativa, bajó el cesto de ropa que llevaba en sus manos y se inclinó a la altura de Jack para llevar su mano a su cabeza, pasó los dedos por las hebras desordenadas y sedosas de su pequeño de mejillas redondas y rosadas. Efectivamente, su cabello estaba unos centímetros más largo de lo usual, pero eran vacaciones, ¿realmente valía la pena gastar esos dólares?, podría ahorrarlos para las compras escolares, Jack estaba creciendo muy rápido y necesitaría nuevos pantalones –Creo que los dejaremos crecer un poco más antes de volver a cortarlo–

Jack resopló con fastidio –Mamááááááááááá– gimió rogándole.

–Bueno, si tanto quieres un corte, puedo hacerlo yo– su mente ya se encontraba buscando el tazón y las tijeras.

–¡No, olvídalo!– el niño entró en pánico y su instinto natural fue protegerse la cabeza, salió huyendo de ahí.

–Oh, vamos, no seas tan exagerado– dejó a su madre plantada de pie a las escaleras y ya algo ofendida, pero ya era tarde, el castaño ya había abierto la puerta principal.

Jack estaba frustrado, se iba a resignar a pasar la tarde practicando baloncesto en la entrada del garaje de su casa, justo arriba de la puerta eléctrica, su padre había instalado un aro de baloncesto... eso antes de morir. Él tomó la pelota demasiado grande para sus manitas y comenzó a botarla de un lado a otro.

Boink, boink, boink, boink

Hacia el balón al resonar contra el asfalto mientras el par de ojos azules de Jack no se despegaban de este. No hasta que escuchó algo grande aproximándose.

La pelota rodó hacia la acera cuando el niño apartó la atención de este, un enorme camión de mudanzas acababa de aparcar justo en la casa de al lado. Se detuvo haciendo un sonido estremecedor y típico en vehículos de tal magnitud, justo tras de este, venia un auto lujoso, el cual se estacionó en la cochera junto a la suya, no los separaba nada, por lo que los detalles no le fueron un misterio al pequeño.

Las dos puestas delanteras se abrieron al mismo tiempo revelando a un hombre rubio de bigote y a una mujer de cabello castaño, un poco más oscuro que el suyo.

–Hey, ¿esto es tuyo?– el hombre le preguntó con una sonrisa mientras se agachaba a recoger el balón a sus pies.

Jack se quedó mudo, no porque fuera tímido, sino porque su madre le había enseñado a no hablar con extraños, pero este hombre solo le estaba ofreciendo de vuelta el balón que había dejado caer, ¿no tenía nada de malo si se acercaba, verdad?

Sin hacer contacto visual asintió.

–Bueno, ahí te va– el hombre con una risita le lanzó de regreso el juguete.

Jack logró atraparlo en sus manos a tiempo.

–Buena atrapada– le dijo el hombre antes de dirigir su atención a su auto, dio unos pasos para abrir la puerta trasera.

–Vamos Elsa, baja– le dijo la mujer mientras ella abría la otra puerta trasera del otro lado, solo para extraer en sus brazos a una pequeña niña de no más de tres años que estaba profundamente dormida.

Jack pudo ver como un par de piecitos se posaban en el asfalto con temor, eran zapatos de niña, él lo sabía.

Su teoría se volvió un hecho cuando vio a la niña rubia de ojos azules que mantenía arreglado su cabello en una trenza y adornado por una diadema negra.

–Vamos, Elsa, ¿no quieres ver la casa nueva?– Jack decidió correr a esconderse en la seguridad de su casa por miedo a estropearlo, él había aprendido, por medio de su madre, que era importante causar una buena primera impresión a los nuevos vecinos y por ende, había que recibirlos de una manera apropiada... con comida.

–Tenemos nuevos vecinos– dijo el niño al encontrar a su madre en el cuarto de lavado –Hay niños– se sentía entusiasmado, intentaría a toda costa hacerse amigo de esa niña, no estaba dispuesto a seguir jugando solo.

–¿De verdad?– le preguntó Mary sorprendida –Entonces, en ese caso debo ponerme a cocinar– dijo con una risita.

–¿Te puedo ayudar?– el niño sintió que estaba matando dos pájaros de un tiro al desaburrirse y tratar de ganar puntos con la nueva familia.

–Claro, ¿Qué propones hacerles?– le preguntó con cariño su madre.

Jack pensó por unos segundos, pero la elección era clara, el pay de manzana era la especialidad de los Overland, su receta había estado en la familia desde épocas de la colonización y nadie se le resistía. 

Through the yearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora