🌙Nota: Esta historia se encuentra editada y reescrita. Si leíste su primera versión te recomiendo volver a leerla y disfrutar de una mejor historia.
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❝ 𝓐𝖉𝖍𝖊𝖗𝖆 ❞
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—Gellert Grindelwald te envía saludos.
Las últimas palabras que Rodolphus Lestrange le dijo parecían muy lejanas, como un susurro de un sueño distante del cual acababa de despertar. Sus ojos grises se abrían lentamente debido a la brillante luz que inundaba la habitación. Se dio cuenta de inmediato de que se encontraba en Hogwarts, para ser preciso, en su habitación de su juventud. Su corbata estaba colgada a un lado de la cama, todo estaba en el común desorden en el que vivían los chicos, a diferencia de Remus. No había nadie a su alrededor.
Se puso de pie de inmediato, tropezando con algunos libros y casi cayendo al suelo. Se dio cuenta de que llevaba puesto su uniforme, pero conservaba los tatuajes que se hizo mucho tiempo después. Sirius se acercó al espejo y vio que era joven una vez más. Acerco más su rostro, observando sus orejas perforadas, su cabello negro nuevamente largo, brillante, sin canas y su rostro sin ninguna arruga.
No comprendía lo que estaba sucediendo, comenzó a asustarse y salió corriendo de la habitación. Los pasillos estaban desolados, pero sin un aspecto tenebroso. Siguió su camino apresurado hasta llegar a los jardines. La luz del sol hacía brillar el césped y el cielo estaba completamente despejado.
Bajo la sombra del árbol de hojas rojas, cuyas ramas rozaban la superficie del Lago Negro, cinco figuras se encontraban reunidas en un rincón tranquilo del patio de Hogwarts. El viento susurraba entre las hojas, creando una atmósfera de melancolía y añoranza. Remus Lupin, con una sonrisa triste pero cálida en su rostro, apoyaba su espalda contra el árbol, observando las aguas ondulantes del lago. Al lado de Remus, estaba James Potter, con sus característicos anteojos y una mirada que parecía contemplar algo más allá de lo visible mientras abrazaba a Lily Evans. Un poco más allá se encontraba Marlene jugando con su varita junto a Dorcas.
El ambiente estaba cargado de emociones reprimidas y palabras no dichas. Sus ojos grises brillaron con una mezcla de incredulidad y alegría al ver a sus amigos. Pero la realidad de estar allí era diferente.
