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Luego de desayunar, tomé el auto y al arrancarlo, me dirigí primero a dejar a Stephie en su escuela. Cuando llegamos, la saludé con un beso en la mejilla y un abrazo. Me quedé esperando unos segundos hasta que la vi entrar.

Puse en marcha de nuevo el auto fui hacia la escuela, esperando como todos los días encontrarme con Ariana en el estacionamiento. Pero no fue así. Puse el seguro en el auto y con mi mochila en el hombro, me dirigí a las puertas del instituto. Llamé a mi amiga repetidas veces, pero siempre me daba el correo de voz. Me parecía raro. Solo espero que no se haya metido en líos.

En mi casillero dejé algunas cosas y fui al aula de literatura. Me senté en el mismo pupitre. Al fondo a la derecha. En lo que me acomodaba, el profesor entró al aula. Casi a la par, la puerta se entreabrió, para luego abrirse completamente y una muchacha con unas cosas en la mano entró. Levanté la vista y me quedé mirándola. Pelo lacio y oscuro un poco alborotado, ojos claros, que no pude observar bien su color, y una mueca se formó en sus labios. Algo me hacía querer verla, como si irradiara una energía imperceptible a la simple vista que me obligaba.

El profesor la presentó ante la clase como Lauren Jauregui. Recién llegada del Instituto Para Chicas Florida. Y como siempre se decía con los nuevos alumnos, esperaba que la trataran respetuosamente. Caminó hacia su asiento, que de casualidad, terminó siendo uno continuo al mío. La clase dio inicio y el profesor nos dio para leer algunos cantos de “La Divina Comedia” y hacer un resumen de lo leído. Nunca me disgustó esto, así que comencé a prestar atención a la novela. De vez en cuando, miraba a Lauren por el rabillo del ojo. Concentrada, leía su libro y sus labios se movían mientras marcaba el renglón que iba leyendo con su dedo índice. —Camila, deja de mirar a la nueva—me dije a mí misma para mis adentros. Mis ojos volvieron a encontrarse con el libro. 

La clase terminó y fui hacia el laboratorio de biología. Lo único que hicimos fue una actividad muy corta, pero casi nada ya que la profesora casi ni estaba presente.

Otro timbre me indicó que la clase de geografía iba a comenzar. Fui al salón y nuevamente me encontré con aquella chica, solo que esta vez estaba justo sentado en mi mismo lugar. ¿Adelante? No, gracias. ¿En el medio? Tampoco. Así que opté por sentarme a su lado.—¿Tú estabas en literatura, no?—Su voz me impactó bastante. No conozco a mucha gente en esta escuela que le hable a alguien que usa cuero, cadenas, negro y tenga el cabello púrpura.—Sí—respondí apenas.

—Soy Lauren—se presentó—¿Cómo es tu nombre?

—Camila—dije—. Pero dime Mila—titubeé nerviosa.

La muchacha extendió su mano con una sonrisa de par en par. —Un placer conocerte—dijo mientras estiraba la mano para estrecharla con la suya. Marqué una media sonrisa complacida por su buen trato hacia mí.

Antes de que la clase comenzara, habíamos entablado una extensa conversación, que iba desde la familia y la escuela, hasta la música. Definitivamente, nunca reí tanto en mi vida.

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Cuando me dirigía al almuerzo con nueva “amiga", mi teléfono sonó estruendosamente. Contesté y nadie hablaba del otro lado.

—¿Hola?—dije unas dos o tres veces.—Camila… ve al estacionamiento—dijo algo deteriorada la voz de Ariana.

La comunicación se cortó y el miedo me empezó a invadir. Despedí a Lauren con la excusa de que había surgido un problema familiar y con apuro, salí.

Corriendo fui al estacionamiento, para hallarme con algo que me dejó pasmada.

La sombra. (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora