Capítulo 20

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Sentí algo áspero y a la vez húmedo que lamía mi mano.
“¿Que es eso?”
Me despierto sobresaltada y lo que me está lamiendo la mano, es un perro pequeño y peludo con rulos de color negro.
“¿De donde saliste tú?” pensé.
Me sobresalto tanto que despierto a Leo:
— ¿Qué pasa? — me pregunta con cara de dormido.
— ¿Qué es eso? O mejor dicho ¿Quién es?
Él mira al perro, lo llama, y el animal ni corto ni perezoso se sube a la cama.
— Ella es Lidia, Lidia ella es Myleila — me dice presentando a su mascota.
— ¿Es hembra? — le digo tocando la pequeña cabecita de la perra con cariño.
— Si, es hembra, tiene 2 años y es un poodle toy… — me dijo jugando con la perra.
— Mis padres, cuando era pequeña, tenían un pastor alemán llamado Alejandro, era de color marrón y negro… pero lamentablemente murió cuando yo tenía 10 años… desde ese entonces no hemos tenidos más perros. — le dije.
Leo bajo a la perra y ella inmediatamente se fue a la cocina.
— ¿Cómo anoche no me di cuenta de que tenías una mascota? — le dije pensando en voz alta.
— Pues…. Creo que estábamos ocupados en otra cosa… — me dijo con una sonrisa picarona.
Sonreí, el chico que me tiene loca, “no sé porque”, se veía provocativo así todo casi despierto. Me adelante a darle un beso, que él me aceptó feliz; e hicimos el amor de nuevo, no me cansaba de tener sexo con él y eso me encantaba.
Yo no era experta en la cama… ustedes deben imaginarse el porqué. Pero Leo, encendía algo en mí que no sabía que existía. Eso a la vez me asustaba, porque no quería algo serio con él ¿O si?
Nos duchamos y nos vestimos. Nos dirigimos a su cocina, era grande y hermosa. Con hambre preparamos unos sándwiches, mientras comimos le pregunto observando a mi alrededor:
— Me puedes explicar, de nuevo, como es que tienes un apartamento así, un auto y una moto.
Él me miró con un silencio, yo le hice un gesto con el cuerpo y la cabeza esperando una constatación. Sonrió.
— Ok. Ok. Pero espero que tu trato conmigo no cambie…
— ¿Por qué va a cambiar ni que fueras millonario? — dije con mofa, pero cuando vi su cara de seriedad, abrí los ojos como platos — ¿Eres rico?
— Yo no, mi padre… — me respondió y yo lo miré esperando más respuestas.
— ¿Sabes por qué estudio software? — yo negué con la cabeza. — pues mi padre es dueño de una compañía de computadoras y un poco más, bueno, no dueño de la compañía, solo de la sede de unos de los sucursales de la empresa.
“¿Poco más? ¿Sucursales?”
— Es dueño de la sede de Windows en Nueva York. — me dijo como leyendo mis pensamientos y yo me atragante con el pan.
— ¿Windows? — dije respirando con dificultad.
— Si, Windows… pero el maneja nada más la parte administrativa.
Después me contó que su padre conoció a su madre, cuando se vino a trabajar en la sede de Windows en España… con los años el subió de puesto, pero cuando Leo cumplió 18 a su papá le propusieron llevar la dirección de la sede de Nueva York, sus padres se fueron a vivir a la ciudad y él se quedó en España, porque le gustaba estar más aquí que en Estados Unidos.
— ¡Guao! — dije. — ¿Y en qué trabajas tú?
— En la sede de Windows de aquí, pero no en administración…
— Ja. — obviando el tema le pregunté— ¿Qué vamos a ser hoy?
Sonrió. Con esa preciosa sonrisa.
Después de desayunar nos fuimos a pasear por España en su moto.
En un momento dado, Leo se dirige como a una autopista solitaria, a la vez no era una autopista… parecía más una pista de carreras o algo así.
Bajándonos de la moto me dijo:
— Muy bien, hoy te voy a enseñar a manejar una motocicleta.
— ¿Cómo? — le digo alucinado.
— Lo que escuchaste my lady.
Yo asiento, pero no con decisión.
— Tranquila no te va a pasar nada — me digo poniéndome un casco — yo estaré atrás de ti, mientras manejas ¿Entendido?
— Creo que sí — le dije haciendo una mueca.
Y así paso. Yo me monte delante de él, y Leo detrás de mí. Me enseñó el freno, el cambio y el acelerador. Encendió la moto, quito el palo de seguro, coloqué mis manos en el freno y el acelerador. Leo puso sus manos arriba de las mías.
Y poniéndome la piel de gallina, me susurró al oído:
— Ahora vas a soltar el acelerador lentamente. ¿Ok?
Hice lo que me dijo, un par de veces; pero lo que no sabía Leo es que yo ya sabía manejar moto y carro desde los 15 años, mi tío de parte de mamá me enseñó.
Así que cuando él quito las manos de encima de las mías y me dijo que intentara lo que me enseñó, yo no lo dude y solté el acelerador, mientras le decía a éste:
— Sujétate bien.
Manejé como toda una experta.
— ¿Así que sabes manejar? — me preguntó Leo.
— Si, desde hace tiempo… — respondí mientras seguía conduciendo.
— ¿Por qué no me dijiste? — me hizo una nueva pregunta.
Y yo respondí:
— Porque no era necesario.
— No disminuye la velocidad, no importa que pase, voy a ser algo de película. — me dijo Leo, sobresaltándome.
“¿Algo de película?” pensé yo, sin entender.
— ¿Qué, qué vas a ser qué? — pregunté.
Pero no me respondió, seguí conduciendo mientras por el espejo de la motocicleta observé a Leo subirse en la parrilla de pies. Sonreí. Estaba haciendo la parte de la película “Tengo ganas de ti”.
— ¡Estás loco! — le grité y seguí conduciendo; mientras me reía y él seguía haciendo su acrobacia de locura.
***
Después de una tarde maravillosa. Leo me llevo a mi casa y me despedí de él con un beso más que fogoso y pasional.
— Adiós, my lady.
— Hasta luego.
Encendió su moto y se fue. Entre en casa y no me sorprendió oír a mi abuela decir:
— Pero nena, ¿Quién es ese chico tan apuesto?
Y yo sonreí y dije sorprendiéndome a mi misma:
— Creo, que alguien especial.
***
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Gina.

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