XXVIII

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La pradera de veía tan hermosa desde esa colina, con los árboles de pino adornado sus bordes y el verde pasto creciente siendo iluminado por la luna, mientras pequeñas luciernagas volaban de manera tan hermosa que ya hasta parecía que danzaban para él.

El paisaje de esa noche serena se sentía mágico, sin embargo, los ojos tristes y sin brillo de un muchado de cabello negro y rojizas ropas, mostraban el dolor al recordar todo lo que pasó ahí y las personas que lo rodearon.

Cuando fue feliz, cuando no lo fue.

— ¿Qué hago aquí? —habló para si mismo. Recordar no le hacía bien pero por más que trataba de evitar llenarse de tanta negatividad. No podía, ese lugar le hacía tanto daño. Sus padres no lo comprenderían, no era simple capricho lo que tenía—. Yo... agh, odio todo. Detesto estar aquí, solo, solo, no sé.

Su mirada se elevó a la luna que se encontraba medio llena, pero para él estaba medio vacía.

Cerró los ojos intentando rescatar lo bueno de toda su vida, vamos, sí tenía hermosos recuerdos, que duelen porque las personas involucradas le importaban tanto que cuando le rompieron, dolió más el saber quienes participaron que la misma acción.

En un parpadeo se metió a uno de las tanta imágenes pasadas que hay en su caótica mente.

— Ahome, enseñame... —pidió el pequeño a la niña mientras platicaban.

InuYasha aprovechó para hablar con su amiga al ser llevado a la casa de los Higurashi en aquel día de celebración.

Ahome era una hermosa niña beta con la que solía jugar y estudiar, todo lo contrario al revoltoso InuYasha. Ella se esforzaba mucho por cumplir con las enseñanzas que les daban, siendo recompensada y adorada por los adultos. En especial la señora Irasue, quien parecía rebosar de alegría cada vez que la veía.

Realmente, a InuYasha ser un buen Omega no le importaba, pero saber que a la señora Irasue le hubiera gustado tener  a Ahome como...

Solo le afectaba.

— No es necesario InuYasha, así estás bien tú.

Interrumpió un serio Sesshomaru al entrar después de escuchar la ligera plática que ambos menores estaban llevando.

— Pero, yo necesito aprender o madre... ella... —se mordió el labio con impotencia. A pesar de ser tan pequeño, él ya debía preocuparse en ser querido o al menos aceptado por su otra madre, quien ya de por si le tenía un odio inmenso. Pero nada de lo que ella haga lo haría flaquear, porque InuYasha a pesar de ser muy pequeño, tenía decisión. Además, tambien se esforzaba por su hermano, porque Sesshomaru siempre estaba para protegerlo y prometió seguir estando.

— Hm —el mayor negó mirandolo a los ojos—, puedes aprender. Poco a poco. No te sobre esfuerces, no necesito que cambies, tienes que ser tal cual eres. Eres perfecto tal y como estás, InuYasha. Mamá entenderá en algún momento que no puede hacer de ti un títere manejable.

Esas eran palabras de un joven Sesshomaru, un estúpido Alfa joven que lo único que hizo fue asegurarse de mantener la esencia rebelde de InuYasha para luego... solo dejarlo sin más, ¿Que debía mantenerse como era? ¿Así de único? ¿Así de destestable para aquella que jamás va a quererlo? ¿Para que luego le abandone en una época en la que más necesitaba de él, diciendo que es justamente su esencia rebelde la que lo hace imperfecto para la familia Taisho? Ya, menudo idiota.

Pero le agradece, si no fuera por Sesshomaru, hubiera sido uno de esos omegas tan detestables que ve, aquellos sin voluntad, perfectas muñequitas de carne y hueso.

Nefasto. Sería catastrófico mirarse a si mismo siendo otro omega más.

Si bien Sesshomaru cuidó de su esencia cuando pequeño, al conocer a Kouga, esd maravilloso Alfa amigo suyo, fue su salvación. Le enseñó a ser más terrible de lo que ya era, se liberó de los pensamientos intrusivos que le carcomian la mente y el corazón.

Él no necesitaba cambiar, y fue su lobuno amigo quien se lo demostró.

—  Me pregunto que estás haciendo ahora Ko...

— ¿Qué haces aquí?

Volteó la cabeza en dirección a la voz tan odiosa a la cual debía acostumbrarse porque pasaría el resto de su vida con aquel mostruo.

— Nada que te importe.

— InuYasha.

— ¿Qué? ¿Es que sí te importa? —no sabía que esperaba al decir esas palabras de forma arrebatada, se supone que su objetivo era solo hacer callar a su hermano, ¿entonces por qué se decepcionó una vez más cuando lo encontró callado?—. Lo sabía. Si no tienes algo más importante que decir o hacer, fastidiarme no es una opción.

A pesar de todo, muy contrario a lo que el menor pensaba, en los ojos del mayor no existía duda. Solo falta de saber expresar sus deseos o sentimientos.

— Va a llover.

— ¿En serio? Es reconfortante saberlo, me quedaré entonces, y de paso espero que un rayo me parta.

— InuYasha.

— ¿Qué? ¿Preocupado por lo que dirá papá? Solo puedes decir que estabas tan ocupado, como siempre, y yo fui un descuidado que salí sin más.

— InuYasha. —la ligera arruga en la frente del más alto le dió una falsa sensación de plenitud al azabache. No había nada mejor que meterse con su hermano.

— Si no tienes algo más interesante que decir, te veré en la otra vida supongo. Después de todo iré al infierno, sería prácticamente suicidio, y aunque no quiera, también te veré ahí. Un sin corazón como tú no merece el paraíso.

Mientras decía esas palabras InuYasha se encontraba caminando para irse, no se sabe qué pasó porque de reprente, él ya se encontraba inmovilizado en el piso y siendo observado de manera filosa por esos ojos ambar.

— Silencio.

— Tú no me dices que hacer. Quítate o te quito.  —Sesshomaru inmediatamente frustró el golpe que el menor quería darle con su pierna.

— Guarda silencio.

— Andas más bastardo de lo que sueles ser. Ya quítate ¿O es que tu pequeño y miserable orgullo de Alfa no te permite tener a un Omega que te hable de esta forma?

— InuYasha.

— ¿Vas a callarme por la mala? Hazlo —solo bastaron esas palabras para que sea soldado, fue de forma delicada ¿o lo está imaginando? Como sea, sabía que ese cretino era un cobarde. Se levantó con rapidez y sacudió sus ropas—. No vuelvas a hacer cosas que te hagan ver como un gran Alfa. Un cobarde como tú, nunca a ser un verdadero Alfa, no para mí.

Sesshomaru solo se dedicó a desviar la mirada ante estas palabras dichas por el menor.

Solo es resentimiento lo que tiene, se dijo.

— Estoy planeando ir donde Kouga, extraño a mi amigo y no hay cosas productivas que pueda hacer aquí. Dígame, ¡oh, poderoso Alfa!  ¿Puede este omega ir a visitar a su amigo?

— No me estás pidiendo permiso.

— No necesito hacerlo, así como tú tampoco me pides permiso para absolutamente nada ¿Haces lo que quieres? ¿Por qué yo debo entonces de someterme? ¿No es la esencia que buscaste conservar? Te la aguantas.

— InuYasha.

— Ah, sí. Recuerdo que luego ya no la querías y otro tuvo que ayudarme a potenciarla.

— cállate.

— Me largo, no tengo nada más de lo que pueda hablar contigo.

Tradicional    || Sesshinu ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora