«travesura»

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—¡Ya te lo dije, Ezra, no insistas!—gritó el ángel exasperado. Observaba con severidad a su hermano.

—Pero él no quiso hacerlo, estoy seguro. Sigue siendo un niño. Déjame hablar con él, sabes que yo...

—¿Por qué siempre buscas complicar las cosas?—consultó con cansancio Tristán. Se encontraba sentado a unos metros de distancia, sobre el verde pasto—. No puedes cambiarlo, deja de intentarlo, me exasperas.

—Una vez le pedí que ya no mintiera y...—comenzó a excusar al rizado, pero Samuel se puso de pie, encolerizado.

—No mintió por una semana. Y luego empujó a su primo por las escaleras y quedó paralítico—concluyó Samuel.

—Pero no quiso hacerlo, él...

—Me aburrí. Creo que es hora de irme. Quizás ayude a alguién o... Algo así—el rubio se puso de pie y colocó una mano en el hombro del ojiazul—. Ya no intentes protegerlo, Ezra. Tiene once años. No fue un accidente, él quiso hacerlo.

Cuando Tristán se marchó, Ezra quedó solo con su hermano en el jardín. Olía a rosas, como siempre lo había hecho, y el césped húmedo bajo sus pies descalzos le hacía cosquillas.

Estaba seguro de que nuevamente su padre había dicho las palabras correctas para persuadirlo, justo en su oído izquierdo. Nuevamente sus pupilas se dilataron, su sonrisa se hizo más ancha y simplemente no pudo contenerse.

Era el anticristo, y se suponía que era malvado, pero estaba seguro de que no era así.

El niño, después de todo, tenía una parte humana que le permitía sentir culpa por lo que hacía y decía, por los pensamientos que muchas veces Lucifer implantaba en su pequeña cabeza. Sentía; no solo cosas malas, o era lo que Ezra se decía para consolarse a sí mismo.

—Samuel—lo llamó, sin conseguir que sus ojos grises y profundos dieran con los suyos—. Sé que estás enojado conmigo, y creeme que sé muy bien cual es mi lugar pero...

—Él es malo. Es el anticristo, se comunica con Lucifer. No puedes salvarlo, aunque sigas apareciendo en su habitación y lo consueles... Sus "perdón, nunca más volveré a hacerlo" y "no quise, de verdad fue un accidente"—lo imitó, agudizando su voz, haciendo comillas en el aire—son mentira. Pensé que eras más fuerte, que no te encariñarias con él sabiendo quién era, que quizás verlo venir al mundo haría que todo fuera más fácil pero...

Los ojos azules de Ezra se llenaron de lágrimas. De verdad intentaba no pensar en lo que aquel pequeño niño rizado era, en la misión que le había sido encomendada.

Él lo quería. De verdad lo hacía. Le era imposible no perderse en el verde de sus ojos, no sentirse reconfortado cuando lo rodeaba con sus brazos, cuando sentía su pequeño corazón latir con ímpetu. Era un niño aún, y aunque su destino ya estuviera marcado, podía cambiar.

—Más de diez mil—dijo en voz alta el pelinegro, llamando su atención—. Más de diez mil mortales murieron ese día. Todos ellos sufrieron. El terremoto, el tsunami, el derrumbe, el incendio a unas cuantas calles del hospital... En el minuto en el que dió su primer suspiro se llevó incluso la vida de su madre. Pobre May...—meneó la cabeza, con el rostro aún serio—. Sé que eres bueno, eres uno de los mejores, Ezra. Tienes un corazón puro, y quieres que corra la menor cantidad de sangre posible, pero no creo que puedas lograrlo sermoneandolo cada vez que simplemente... Se comporta como se supone que debe hacerlo.

Él lo entendía, pero en su corazón aún habitaban esperanzas.

—Si llega el día del juicio y él... Si simplemente no puedo disuadirlo e intenta tomarlo todo, habré fallado, Sam. Pero si me escucha, si mi voz puede ser más fuerte que la de él... Al menos estaré en paz. No puedo hacer lo mismo que tú, no puedo quedarme aquí observándolo, sabiendo que le hace daño a otros—negó lentamente, sintiendo como el corazón se le acongojaba en el pecho—. No puedo, y tampoco quiero hacerlo. La misión se nos confirió a los dos. Te respeto, porque eres mayor, y muchas veces, incluso más coherente. Pero a veces no se trata de usar la razón, sino de...

AntichristDonde viven las historias. Descúbrelo ahora