La tensión podía palparse en el aire, y la pelinegra simplemente no sabía qué debía hacer.
La situación era complicada. Se encontraban en medio de un campo minado, con todas aquellas almas en pena ululando a su alrededor, buscando salir del agonizante limbo en el que se encontraban hacia cinco años por culpa de su hermano. Y por otro lado, su pareja se hallaba inmersa en su infierno privado, ese al que no podía renunciar aunque ella intentara ayudarlo.
Tim se mantenía recostado, con el torso desnudo y el brazo apoyado sobre su frente. Pensativo, como siempre. Gala se aferró aún más a su cuerpo, meneando la cabeza sobre su pecho para llamar la atención, pero nada.
—Estás demasiado angustiado. ¿No crees que sería mejor hablar conmigo que quedarte como un zombi toda la madrugada?—se apoyó en sus codos, observando el ceño fruncido en su pálido rostro—. Vamos, sé que tu reunión con Demian no marchó sobre ruedas. Puedes hablar ahora Tim.
Recibió con gusto la mano cálida en su mejilla, que apartaba cortos cabellos y los colocaba tras sus orejas. Con una confianza alarmante le sonrió, y ella intentó imitar el gesto, más fracasó.
—Siempre lo sabes todo, ¿no es así?—no era un reproche, ni mucho más. Incluso por el tono dulce en su voz sonaba como un cumplido—. Es mi cabeza, siempre fue mi mayor enemiga, y ahora no es diferente—meditó por unos segundos, presionando con fuerza sus labios y acariciando la tersa piel de la contraria—. Atravieso una especie de dilema moral.
La conclusión le parecía absurda. ¿Es que a caso un hombre como él podía estar luchando con su consciencia? El demonio sonrió burlesca, frotándose en su mano, olfateando su perfume masculino.
—¿Dilema moral?—repitió, con la voz quebrada a causa de su sonrisa.
—Es una estupidez. No me hagas caso; será mejor dormir, mañana nos espera un largo día—se estiró, colocando su mano en la espalda baja de la mujer y sus ojos rojos se posaron en él con reproche—. ¿Qué?—consultó al sentir como lo jalaba a su antigua ubicación.
—No resolveremos nada durmiendo. Anda, escúpelo de una vez.
Volvió a la cama, esta vez con la pelinegra tumbada a su lado.
—Gala, tú... ¿alguna vez pensaste que lo que hacías estaba mal?
—¿Qué parte?—se limitó a responder, perpleja por el rumbo que tomaba la charla.
—Sé que la respuesta es un rotundo no...
—Lo es—interrumpió.
—Lo es, porque eres un demonio, porque te crearon para, de cualquier forma, obedecer a Demian y seguirlo ciegamente, ¿no es así?—la vio tensar la mandíbula y apartar la mirada—. Vamos, me sé de memoria tu discurso acerca de la libertad que tu padre les obsequió a sus demonios, y sin embargo somos conscientes de que, ni tú ni yo podemos hacer lo que queramos.
—Podemos. Yo puedo hacerlo, y tú también.
—Gal, nos vendieron esa idea—negó levemente, alborotando sus largos cabellos rubios. Ojos castaños y cansados posados en la nada misma, manos bajo las frazadas temblando frenéticamente—. Si Demian o tu padre dijeran mañana que debes acabar conmigo, aunque lo odiaras, tendrías que hacerlo—su índice fue a parar sobre sus labios rojizos cuando estos se entreabrieron—. Shh, déjame terminar. Sé que le pertenezco, soy demasiado consciente de ello. Tú disfrutas hacer daño, yo solo lo hago porque mi amo me lo pide.
Mi amo. Sonaba tan impropio de aquel joven que Gala se estremecía cada vez que lo oía.
—Soy humano, Gal. Lo soy; aunque asesine, aunque mi alma le pertenezca al anticristo, soy un jodido humano, solo eso—continuó, reteniendo con dificultad el llanto—. Hoy tuve que hacer algo que... pensé nunca haría. Tú sabes lo que tu hermano me pidió, lo sabes... tuve que engañar a mi amiga, tuve que quitarle a su pequeña—con cada palabra su garganta ardía más, y saladas gotas descendían por sus pómulos sin pedir permiso. Ya no podía contenerse más, no lo haría. Solo deseaba terminar de una vez—. Mierda... quisiera ser como tú, como él. Me gustaría no sentir esta mierda, oír esta puta voz que dice que actúe bien, mientras que la otra asegura que soy una escoria, que si tenía alguna posibilidad de redención la perdí esta noche...
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Antichrist
TerrorEzra y Demian. Uno, un ángel dispuesto a todo para enorgullecer a su creador; ¿el otro? El maldito anticristo, preparado para ver el mundo arder. Una profecía, dos bandos, el apocalipsis.