—Ya viste de lo que es capaz—habló Jonas mientras intentaba alcanzarlo—. Simon, mírame, por favor. Ya basta de pelear.
Se encontraban camino a la parroquia. El castaño había pasado la noche en el bosque, ideando un plan, mientras que las voces y los recuerdos del día anterior aún atormentaban a Jonas.
—Por favor, no podrás contra él. No quiero volver a sentir eso, nunca más...—habló, jalando de su brazo. El castaño se encontraba fuera de sí, con el corte en su cuello al rojo vivo y las ideas fluyendo con rapidez.
Pensó que el padre Arthur podría ayudarlo, él podría servirle. Auspiciaria un exorcismo y Demian dejaría de tener aquellos malévolos poderes, ya no podría hacerle daño. Ni a él ni al muchacho que tanto quería.
—¿Estás oyéndome?—indagó, siendo consciente de que los ojos verdes se encontraban totalmente desorbitados, y con la piel pálida haciendo contraste con las grandes ojeras, lucía como alguien diferente—. Fue horrible, Simon, sentí que él podía ver en mi interior, que podría quitarme mi...—guardó silencio al sentir la mano cálida acariciar su mejilla—mi alma.
—Es por eso que tenemos que terminar con esto de una vez. No puedo permitirle que le haga daño a mi familia, o a ti.
—El padre Arthur no podrá hacer nada al respecto, él acabará con los tres antes de que podamos tocar uno solo de sus cabellos.
El castaño tensó la mandíbula, sintiéndose inútil.
—Pues que lo intente—finalizó y se dirigió hasta la parroquia.
Una gran estructura blanquecina, que olía a incienso y rosas recién cortadas.
Se adentró en el lugar sientiendo un gran malestar en la boca del estómago.
—El padre Arthur, necesito hablar con él—aclaró a la castaña que se encontraba en el altar, guardando las copas para la misa de aquel fin de semana—. ¿Está en su oficina?
La jóven lo observó de pies a cabeza, sin saber que responder. Era monaguillo desde que era pequeña, y también mejor amiga de Olivia, la novia de quien ahora le exigía una respuesta, meneando su pierna con nerviosismo.
—Ash, no es momento de mirarme mal, puedes hacerlo después, ¿bien? Necesito hablar con el padre Arthur, es importante.
—Está en su oficina, si—habló al fin la castaña, cerrando la pequeña puerta dorada y guardando en el bolsillo de su pantalón la llave—, pero no puedes entrar.
—¿Y eso por qué?—cuestionó de inmediato, observando más allá del lugar, donde se encontraba el pequeño cuarto que le servía para hablar con los creyentes.
—Está ocupado, con otro chico.
—¿Otro chico?—preguntó, y el pánico se apoderó de él. Cuando intentó continuar su camino la chica intentó jalarlo por el brazo pero él la empujó.
—¡Te dije que no puedes entrar!—gritó a tan solo unos centímetros de la puerta tan blanca como el marfil.
—Y yo te digo que te vayas al infierno, Ash—murmuró, tomando el picaporte y comenzando a girarlo.
—¿Qué es todo este escándalo?—consultó el hombre frente a sus ojos, con el rostro serio hasta que se dió cuenta de quién era—. ¡Ah, Simon, que alegría verte, entra, entra!—el castaño se volteó y sonrió con burla a la muchacha que cruzaba los brazos con resignación.
—Padre, que alegría verlo, tengo que decirle algo con urgencia, es de vida o muerte y...—comenzó a hablar hasta que pudo ver a Demian sentado frente a la superficie de madera, sonriéndole con diversión. Se quedó petrificado en su lugar, con la mano del hombre aún entre las suyas, ejerciendo presión.
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Antichrist
HorreurEzra y Demian. Uno, un ángel dispuesto a todo para enorgullecer a su creador; ¿el otro? El maldito anticristo, preparado para ver el mundo arder. Una profecía, dos bandos, el apocalipsis.