Solo se oía el murmullo de las gotas caer del grifo a sus espaldas. Apretados en la tina, con las burbujas y el agua jabonosa y caliente cubriendo sus cuerpos, se encontraban los amantes.
Demian le había propuesto en la mañana que se quedaran unos días en el pueblo fantasma, a modo de "luna de miel", aunque la idea de pasarla en pleno invierno, internados en el bosque, con la muerte tocando la puerta cada media hora... No era una fantasía hecha realidad.
—¿Amor?—lo llamó mientras con sus manos mojadas acariciaba sus hombros desnudos—. Dime por favor que no te quedaste dormido por tercera vez en lo que va del día.
Y es que una nueva sensación de paz lo invadía por completo, y si se encontraba junto al anticristo no podía evitar sucumbir ante la idea de descansar a su lado.
Ante la falta de respuesta, el rizado movió mínimamente sus piernas, que se encontraban a los lados del cuerpo del castaño y soltó sus hombros.
—Mierda, amor, no estoy dormido—respondió con una nota de molestia en su voz—. Tú solo sigue... Haciendo eso con tus manos, vamos, lo necesito.
Las manos volvieron a acariciar la piel húmeda y sus labios cálidos se pegaron a su cuello.
—Ezra, hay un par de cosas que no dejan de dar vueltas en mi cabeza...
—Mmm—murmuró, dejándose ir entre sus dedos, relajando cada músculo tensionado—. Pues dime cuales y veré si puedo hacer algo por ti.
—Tú... ¿Extrañas algo de tu antigua vida?—indagó, temeroso de la respuesta que recibiría. El castaño se giró levemente en su dirección y tomando su mano, besó el dorso.
—Podrías ser un poco más específico, ¿no crees?
—Es decir... Tú eras un ángel, y tenías un par de hermosas alas blancas... Debías de volar, ¿no?
—Vaya que lo hacía—se limitó a responder mientras pegaba su espalda nuevamente al pecho de Demian. Unió sus manos y cerrando los ojos, las acarició.
—Y... ¿Cómo era aquello? Es decir... Que sentías.
—Eres tan curioso—sonaba como un reproche, pero en absoluto lo era. Comenzó a recordar aquellos días que tan lejanos parecían.
—Fue estúpido, lo lamento. Seguro no quieres hablar de ello, menos conmigo.
—Se sentía como la puta gloria. No creo ser capaz de encontrar las palabras correctas para definirlo, jamás...—abrió con sutileza las piernas, colocando una de ellas sobre la de su acompañante—. Era adrenalina pura. La sensación de la lluvia golpeando tu rostro, o del viento despeinando tu cabello... No lo sé.
—¿Te gustaría volver a hacerlo? Digo... Volar.
Lo meditó por un instante, porque la idea la había desechado en cuánto Miguel le quitó sus alas y cayó desnudo en medio del bosque.
¿Y por qué aquellas preguntas, justo cuando todo marchaba bien? Era consciente que algunos detalles era mejor olvidarlos, hacer como si nunca hubieran sucedido. Y a veces no lograba entender porqué Demian insistía en recordarle el lugar del que venía, llamándolo, por ejemplo, ángel.
—Mierda, si que eres curioso—regañó esta vez, soltando una suave risita. Se giró en su dirección y le besó los labios distraídamente. Poniendo un pie fuera de la tina, tanteó sobre el lavamanos en busca de su bata blanca, en un absurdo intento por huir de la escena.
—Lo sé, y lo lamento—aunque realmente no había un ápice de culpa en su voz. Observó las pequeñas gotas descender por sus piernas y la manera en la que ajustaba la bata a su cintura. Mordió sus labios, y tras una pequeña aclaración de garganta del contrario alzó la mirada para descubrir que Ezra lo inspeccionaba con diversión. Sujetó su mano y haciendo un puchero continuó—. Solo quiero saberlo, es algo que estuvo dando vueltas por mi cabeza, ya te lo dije.
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Antichrist
TerrorEzra y Demian. Uno, un ángel dispuesto a todo para enorgullecer a su creador; ¿el otro? El maldito anticristo, preparado para ver el mundo arder. Una profecía, dos bandos, el apocalipsis.