Aquel día nevaba, y el adolescente se encontraba apoyado contra la pared, esperando por sus amigos.
Había pasado de ser un niño travieso a un chico problemático. Sus rabietas ya no eran tiernas. Ahora, cuando alzaba la voz, todos a su alrededor guardaban silencio y lo observaban con pánico, temiendo que pudiera hacer una locura.
Tenía apenas catorce y ya había desarrollado su musculatura. Su voz tierna y aguda había cambiado por una con mayor gravedad, y su cabello castaño tenía rizos aún más definidos.
Grandes ojeras decoraban su rostro perfecto, y estás eran causadas por las noches en vela.
Tenía pesadillas constantes, y aquel hombre de traje cada vez le incitaba a ir más lejos. Podía sentir aquella respiración pesada en su oído izquierdo todo el tiempo, y la voz en él tampoco cesaba.
—Llegas tarde—habló con fastido al aire—. Sé que estás ahí, Ezra. Puedes mostrarte—miró por el rabillo del ojo al castaño. Sus ojos azules se veían preocupados—. Te extrañé, demasiado.
El ángel intentó regalarle una sonrisa, pero realmente no pudo y fingió una. Casi a la perfección.
—Estás molesto conmigo, ¿no es así? Lo lamento—habló apenado, desviando la mirada a la calle de enfrente. Podía ver a sus amigos comprando cigarrillos y cervezas—. Sé que no te gusta mi... ¿nuevo yo?—soltó una risa amarga.
—A ti tampoco te gusta, ¿no es así?—Ezra sabía cual era la respuesta, pero necesitaba oírla de sus labios. Él negó y se acomodó mejor el gorro de lana—. Entonces cámbialo.
Una nueva risa se escapó de sus labios llenos, una completamente falsa.
—Ojalá fuera así de fácil. Ojalá lo fuera—sorbió su nariz con fuerza—. Si pudiera cambiar, lo haría. ¿Y sabes por que lo haría?—sintió la mirada del ojiazul posada en él nuevamente—. Para que volvieras a visitarme. Diablos, lo extraño demasiado.
—Demian, ¿por qué lo hiciste? Dime, por favor. La verdad, yo... Siento que ya no puedo. Simplemente todo es distinto ahora.
—Me recuerdas a mi nona. Ella piensa igual que tú. Que soy un caso perdido, que soy un mal muchacho. Yo no elegí ser esto. No quiero, pero simplemente es así, soy así—se encogió de hombros—. Sé que ya no quieres venir a verme, que piensas que todo esto es una estupidez.
—No pienso eso...
—Lo haces. Ahora mismo sé que estás decepcionado de mí, de la gente que me rodea, pero demonios...—negó, conteniendo las lágrimas—perdón, sé que aún detestas que diga groserias. La voz sigue susurrando en mi oído, y cada vez es peor. Si no hago lo que me pide simplemente enloquezco. Suelo tener fiebre, muy alta, y a veces mi cuerpo no resiste la temperatura.
—Lo sé, y lo lamento cariño. Me gustaría darte alivio pero...—incluso le dolía oír aquello salir de los labios de su niño pequeño, porque sabía que estaba sufriendo, que era la manera en la que su padre lo estaba moldeando, comenzaba a prepararlo para saber toda la verdad. Y lo peor de todo era no tener permitido ayudarlo.
—Sé que no puedes. Entiendo como es esto. Soy jóven, pero no estúpido. Sé quién me habla al oído, quién me vigila desde el rincón más oscuro de mi habitación cada noche... Lo sé muy bien, y creo que comienzo a comprender de que va mi futuro, que es lo que se supone que debo hacer...
—No debías quemar la capilla, Demian. Aún puedes resistirte—habló el ángel rodeando su cuerpo con los brazos. El adolescente ya le sacaba una cabeza de altura, pero eso muy poco le importaba.
—Un loquero es una cosa, ¿sabes? Es decir... Tengo que acostarme, hablar sobre mi madre muerta, mi nona y mis amigos. Intenta entender porqué soy así, cuando ni siquiera yo puedo, ni siquiera tú puedes darme una respuesta—giró la cabeza, mirándolo a los ojos—. Puedo tolerar el hecho de que me traten de loco, de ir con aquel viejo aburrido dos veces a la semana, que me diagnostiquen esquizofrenia e intenten drogarme entre comidas para que, según ellos, lleve una vida normal—rió bajito y le acarició la mejilla al ángel, que lo observaba con detenimiento y suma tristeza—. De verdad puedo hacerlo, Ezra. Que mi apariencia no te engañe, soy muy fuerte, y cuando estoy con él me siento indestructible.
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Antichrist
TerrorEzra y Demian. Uno, un ángel dispuesto a todo para enorgullecer a su creador; ¿el otro? El maldito anticristo, preparado para ver el mundo arder. Una profecía, dos bandos, el apocalipsis.