Parte tercera. «infame»

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Caminaba entre la multitud con dificultad, mientras el juego de luces rojas y el humo de los cigarros lo mareaban. No le importaba a quién tuviera que golpear en las costillas, fueran hombres pequeños o moles dispuestas a pelear con él.

Ezra, una vez más, pasaba una fiesta tan importante como año nuevo recluido en el infierno que Demian llamaba hogar.

Llegó a la barra jadeante, y sentándose en una banqueta alta respiró hondo. Se encontraba en un dilema; ¿debía de continuar con su búsqueda o sería mejor idea pedir un trago que lo ayudara a sobrellevar las largas horas que le esperaban aún?

Solo estaba seguro de una cosa: no volvería donde los amigos del anticristo, ni tampoco seguiría a su grupo cuan perro faldero. Estaba cansado de las orgías y el despilfarro. Si oía nuevamente a Summer gemir tras unos cuántos besos húmedos de Zamir vomitaría allí mismo, y desde luego no quería eso.

Pidió un trago con amabilidad y sin pensarlo demasiado bebió. Un vaso más, y luego otro, y el suelo parecía temblar, y todo su cuerpo vibraba al compás de una canción demasiado sensual.

Se puso de pie, pensando en los largos y angustiantes años que le había dedicado a aquel club siniestro, el más conocido de todo Londres. Infame, un infierno privado en el cual cada fiesta duraba más que la anterior y todo era descontrol. Drogas y bebidas, hermosos hombres de cuerpos esculpidos dispuestos a complacer los más oscuros deseos de quienes tenían tanto dinero como para costearlo.

Todo había cambiado, y sin embargo, parecía ayer cuando acurrucado al costado del rizado éste le acariciaba los cabellos y besaba su coronilla, prometiendo que todo iría bien, que sus vidas serían perfectas.

Su azul mirar se desvío al reservado, y tras cortinas de cuentas, echado hacía atrás en un pequeño sofá de cuero rojo lo vió. Con su camisa de seda desabotonada y las piernas abiertas. Y sobre su falta, una rubia luciendo diminutas piezas de encaje, bailando para él.

Cegado por una ira asesina, capaz de aniquilar a la mujer sin demasiado esfuerzo, se dirigió al lugar. El hombre de traje y gafas oscuras estuvo a punto de detenerlo, pero una sola mirada del castaño bastó para que se arrepintiera y le cediera el paso.

La navaja que antes se encontraba en su bolsillo ahora danzaba entre sus dedos, y con todo el peso de su cuerpo jalaba hacia atrás a Veronika, tomándola por el cabello y colocando el filo del arma en su largo cuello.

—Como te le vuelvas a acercar de esa manera, me baño en tu sangre. ¿Oíste, puta?—amenazó, lastimando su piel. Ella, totalmente asustada, asintió—. Recoje tu mierda y sal de mi vista.

Se apartó y la vió agacharse para tantear sobre la alfombra, tomando su vestido y saliendo del lugar como si su vida dependiera de ello.

Demian se irguió, y acomodándose mejor en el sofá lo observó satisfecho. Le causaba demasiado orgullo saber que Ezra sentía celos, que haría lo que fuera por defender lo que consideraba suyo. Pronto lo tuvo en su regazo, con las piernas a los lados y los brazos en sus hombros. Manos pequeñas y ágiles acariciaban sus cabellos y los jalaban hacia atrás, pidiendo acceso a su cuello. Ni bien lo obtuvo, los labios tibios se posaron sobre la piel caliente, dejando un camino de besos hasta la mandíbula.

—Me voy por un rato y tienes a esa puta entre tus piernas. ¿Te parece algo justo, Demian?—consultó con severidad, dando con aquellos ojos heterocromaticos que tanto amaba.

—No tengo la culpa de que siempre quiera más—el castaño frunció el entrecejo y volvió a jalar sus cabellos, haciéndolo reír. El rizado colocó sus manos en los glúteos del contrario y los azotó con fuerza, causando que un gemido saliera de sus labios—. Sabes que el único al que quiero es a ti.

AntichristDonde viven las historias. Descúbrelo ahora