Perdón por no actualizar tan seguido🥺 Se me iban las ideas, pero ya llegó la inspiración.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El tiempo se detuvo en el microsegundo que presencie a Sorn en la tina llena de sangre. Mis piernas se adhirieron al suelo, sin poder dar un solo paso tanto al frente como atrás, tuve la impresión de haber dejado de respirar, incluso de pensar o mi corazón de palpitar.
No supe si fue imaginación mía o causa de la falta de luz que lo vi mover sus labios. El aire que creí perdido regresó a mi, las cadenas que detenían mis piernas se quebraron.
—Sorn, Sorn, sorn..—Llamé varias veces sin agitar su cuerpo por temor a lastimarlo.—Sorn, tienes que seguir consiente, quédate conmigo.
Entre movimientos desesperados y torpes conseguí sacar mi teléfono para realizar una marcación rápida a la ambulancia.
No era mi imaginación mía, Sorn seguía respirando e incluso levantó sus parpados lentamente.
—Tat...
Dijo mi nombre en cuanto habló una voz detrás de la vía telefónica, por lo que me limité a darle un gesto que a simple vista decía "Todo estará bien"
—Necesitamos una ambulancia aho-
¡Pow!
Di un salto en mi lugar, tratando de procesar que era lo que acababa de pasar. Un espacio vacío quedó en la mano con la que sostenía el celular, dicho artefacto acabó rompiéndose contra una esquina del baño.
Sorawit tenia la mano alzada, misma que usó para darle un manotazo al celular, mientras me dirigía un gesto aterrorizado.
—No llames a la ambulancia, es lo que él quiere. Tat, no estoy herido, esta no es mi sangre.—De sus manos escurrió el líquido espeso, al fijarme en la zona de su piel no tenía ni un sólo rasguño.—Él está jugando con nosotros.
Nos había engañado.
Y él había escapado.
• • •
En menos de una hora Sorn y yo nos encontrábamos corriendo por los pasillos del hospital. Adentro todo es un caos, hay doctores y enfermeras yendo de un lado a otro para transportar por las camillas a los oficiales que fueron quemados en las afueras del Bar.
Tal era el disturbio que nadie le prestó atención a la ropa ensangrentada del hombrecito a mi lado. No había tiempo que perder, así que no nos detuvimos a que se cambiara de camisa, menos con un asesino suelto.