¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Desperté en el suelo frío de un lugar oscuro donde la única luz provenía de los rayos de la luna filtrándose a través de una ventana hecha de barrotes, no cristal. Tardé un minuto en conseguir abrir los ojos sin parpadear, me tomó otros seis segundos en enfocar.
Todo se veía tan oscuro, tan siniestro, tan helado. Automáticamente asocié el lugar con aquel horrible cuarto donde me solían encerrar. Me incorporé con la respiración agitada, sudando en frío y abrazándome a mi mismo tratando de controlar mi ansiedad. Quise ser lo más calmado posible, no obstante mi mente no me lo permitía, había activado un estado de alerta.
—Oh.. Dios... Cálmate.. Cálmate..
Más que un consuelo era una suplica a mi mismo, un ruego por no sufrir otra vez un ataque de pánico. Cada vez que tenía uno acababa recordando todo lo malo que me hizo ese hombre. Odiaba recordar su cara, su toque, su voz, su olor, deseaba poder arrancar de mi mente ese asqueroso pedazo de mi vida.
Las lágrimas empezaron a fluir sin darme cuenta, el cuerpo entero me temblaba, respirar era cada vez más doloroso. Por la desesperación tiré de mi cabello, apreté los labios y los ojos.
Quería tanto arañarme la piel como solía hacer en el pasado cada vez que presentaba estos síntomas, pero no lo hice porque desde hace un año llevo luchando contra ese habito, si lo hago otra vez es posible que ya no pueda parar.
¡Shuuuif!
Estaba tan inmerso en mi miedo que ni siquiera me percaté de la puerta frente a mi la cual ahora mismo se acaba de abrir emitiendo un ruido siniestro.
No sé de donde saqué las fuerzas para correr hacia afuera, pero lo hice sin la menor duda. Una vez fuera sentí que el aire volvía a entrar a mis pulmones haciendo que tosiera desenfrenado.
No me dio ni tiempo de calmarme cuando al alzar la vista noté algunas barandillas, de inmediato supe que me encontraba en el pasillo que conecta a diversas celdas de prisión. Dentro de la celda se encontraban dos bultos raros, hubiera creído que se trataba de una pila de ropa de no ser por se movían como si respiraran.
«¿Estaban inconscientes?»
Sentí que mi corazón se paró cuando uno se dio la vuelta revelando su rostro herido manchado de sangre seca.
—¡¡¡Gummy!!!— Tan pronto sujeté los barandales me dieron una descarga eléctrica, el alto voltaje me terminó lanzando hacia la pared de la celda.