Capítulo 3

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"Cuando despertó, a la mañana siguiente, el sol comenzaba a colarse débilmente, por debajo de las gruesas cortinas fucsia, que cubrían las ventanas.

—¡Mierda, me quedé dormida!

Salió de la cama de un brinco y se mareó un poco, pero en cuanto se recuperó, corrió hasta el baño. Le extrañó que Louis no hubiera ido a despertarla para que abriera; debió suponer que se había quedado dormida, aunque esto nunca le pasaba.

Abrió la llave de la ducha y comenzó a hacer ruidos, pero no salió agua y el calentador tampoco encendió; resopló sintiéndose desesperada.

—¡Malditas tuberías! ¡Justo tenían que congelarse hoy! —mencionó, golpeando la pared. Resignándose a bajar para usar el baño de visitas, tomó su bata de baño y corrió escaleras abajo.

Casi cae en el último escalón, pero logró sostenerse de la baranda, suspiró aliviada y caminó directo al baño, abriendo por completo la puerta de un solo empujón.

Se quedó boquiabierta, mirando el espectacular cuerpo desnudo del hombre bajo la regadera; extasiada, viendo la espalda ancha y llena de músculos, una cintura y unas caderas delgadas, pero lo que se llevó toda su atención fue el culo que tenía, era un verdadero deleite para sus ojos, redondo y bien formado, como para caerle a nalgadas, a mordiscos o simplemente para apretarlo con fuerza mientras se hundía dentro de ella. La imagen la hizo jadear y temblar a la vez.

Lo vio cerrar la llave y un remolino de nervios se apoderó de ella, miró a todos lados para buscar por dónde escapar sin que él la viera, pero no encontraba la manera y lo único que la salvaría sería desaparecer en ese instante. Pensó que lo mejor, era hacerle creer que apenas acababa de entrar al lugar, que creyera que no había sido más que un encuentro fortuito.

—¡Mierda! —exclamó y se dio la vuelta.

Gonzalo se sobresaltó al escuchar el grito de Rebecca y volvió medio cuerpo para verla. La encontró de espaldas a él, llevando puesto solo un ligero abrigo gris y ropa interior, pero parecía más apenada de haberlo visto desnudo, que por estar ella con tan poca ropa frente a él.

—Disculpa... yo... no me acordaba que estabas aquí, perdón por entrar así —intentó justificarse, mientras se mordía el labio inferior para ocultar su sonrisa.

—No te preocupes —mencionó él, aprovechando que ella estaba de espalda para mirarla mejor.

Tal como imaginó la noche anterior; tenía un par de piernas muy hermosas, largas y torneadas, seguramente por el trabajo diario, pero lo que más disfrutó ver fue ese pequeño y parado culo que despertó sus ganas de acariciarlo. Ese pensamiento hizo que su miembro se estremeciera, y tuvo que desviar la mirada para no terminar con una erección delante de ella.

—Me siento muy apenada... no debí entrar así... es la costumbre. —Rebecca trataba de explicarse, se lamentaba por no tener un espejo frente a ella para seguir admirándolo.

¡Por Dios, Becca! ¿Qué te pasa? Tú no eres así... lo que tienes que hacer es salir de aquí y dejar al hombre en paz.

Pensó sintiendo los nervios bullir en su interior, decidió agregar algo más para que él no la creyera una fisgona o una pervertida, tenía que justificarse.

—Siempre uso el baño de mi habitación, pero en esta época las tuberías suelen congelarse y el agua no sube, justo hoy sucedió y como vivo sola...

—Rebecca, está todo bien, no eres la primera mujer que me ve desnudo —expresó, sonriendo. Por primera vez en mucho tiempo lo hacía y lo recorrió una agradable sensación; tomó una toalla y se la envolvió en la cintura para cubrirse.

Ronda Mortal: La reina y el Alfil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora