Capítulo 11

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"Maurice intentó investigar un poco más sobre la procedencia de la motocicleta del jardinero, con mucha cautela pues no quería perjudicar a Katherine. Sabía que, si sus sospechas resultaban ciertas, su amiga saldría de esa casa; y tal vez, hasta en una patrulla.

Deborah no tendría contemplaciones con ella y tampoco con el jardinero, aunque la suerte de este último, no le importaba, mejor si regresaba al lugar de donde no debió salir.

No obtuvo los resultados que deseaba, según Marcus, el hombre le había solicitado una carta de trabajo; y suponía que debía ser para financiar la Ducati. Al menos, eso fue lo que le dijo Roberto cuando el mismo Marcus le preguntó, ya que a él también le resultó sospechosa la adquisición de Diego.

Maurice sabía que no tenía que desconfiar de la palabra del mayordomo; pues si había algo que lo caracterizaba, era la lealtad a los Wallis.

El resto de la tarde lo dedicó a Deborah, le había pedido que la acompañara y él estaba feliz de poder hacerlo; primero pasó por ella a la empresa, después la llevó hasta la casa y la esperó para ir juntos al gimnasio; en ocasiones él asistía para ayudarla con sus rutinas, y aprovechaba para ejercitarse también.

—¿Estás bien? —Le preguntó ella, al verlo tan distraído.

—Sí... sí, estoy bien —contestó, sonriendo y reforzó el agarre del saco de arena, que ella golpeaba.

—Eso espero... —esbozó, estrellando sus puños en una secuencia de cuatro golpes—, porque puedes terminar con un ojo morado, como sigas distrayéndote con el culo de Janeth —acotó y repitió la misma acción de antes.

—¿Me estás amenazando? —preguntó, elevando una ceja.

—No, simplemente, te advierto sobre accidentes que pasan.

—Ven aquí. —Soltó el saco y la agarró de la muñeca, para volverla haciendo que quedara de espaldas a él—. El culo de tu amiga... está bien, pero el tuyo es extraordinario. —Le susurró al oído y aprovechó que nadie parecía mirarlos, para masajearlo mientras le mordía el cuello.

—Eres tan ingenioso. —Deborah sonrió, disfrutando de las sugerentes caricias, y al ver que sí estaba mirando a Janeth, le dio un codazo en el estómago—, pero como todos los hombres, se te van los ojos —dijo, apretando los dientes.

—Ni siquiera la había mirado, fuiste tú quien lo sugirió. —La apretó con fuerza entre sus brazos, para pegarla a su cuerpo.

En ese rincón podían disfrutar de algo de privacidad, ya que; por lo general, ellos no actuaban de esa manera. La mayoría del tiempo trataban de mantener las distancias, cosa que no era fácil, pues siempre estaban deseando tocarse. Él se esforzaba, pero a veces, no lo conseguía, como en ese momento.

Por fortuna sabía que las amigas de Deborah, estaban al tanto de su relación, que de cierto modo lo aceptaban y eran amables con él; sin embargo, el resto del mundo no veía con buenos ojos, que una mujer como ella anduviera con alguien como él y en varias ocasiones, había sentido en carne propia, el desprecio que provocaba en los demás. Cada vez que iba a las duchas, al entrar o al salir junto a ella de ese lugar, todos lo miraban con desdén o burla.

—¡Váyanse a las duchas! ¡Par de pervertidos!

La voz que vibraba por la risa contenida de Janeth, los sacó de la burbuja donde se encontraban, se sobresaltaron y se separaron de inmediato.

Maurice volvió a sujetar el saco de arena, pero Deborah quiso vengarse de su amiga.

—Todo esto lo provocaste tú, por estar allí, doblándote y apuntando tu culo hacia acá, para distraerlo. —Su voz tenía un tinte de reproche fingido, pero su mirada sonreía, al ver el asombro que se apoderó del semblante de Maurice.

Ronda Mortal: La reina y el Alfil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora