"Deborah no lograba concentrarse en el balance que estaba elaborando, necesitaba sacar las ganancias netas de su línea de productos, evaluarlas y decidir si ampliar la producción.
Deseaba arriesgarse a ir por más, quería que su proyecto, resultara el más exitoso de ese año dentro de la empresa; y por supuesto, que siguiera liderando el próximo. Eso la posicionaría, como la candidata perfecta, para asumir la presidencia.
Debía convencer a los otros socios, de que sus ideas eran las mejores para mantener el negocio en la cúspide; sin embargo, no lograba sacarse de la cabeza a George Stevenson, necesitaba saber de él y que le asegurase, que no interferiría en sus planes; puesto que, no ganaba nada con proyecciones de un futuro que no tenía seguro.
Era una mujer práctica, y hacer castillos en el aire no era particularmente su fuerte, necesitaba bases sólidas y para ello, debía hablar con el abogado cuanto antes. Se puso de pie, para ir hasta la oficina de Silvya, lo haría con la excusa de invitarla a almorzar y trataría de averiguar, a través de ella, si su padre se había puesto en contacto con George.
Conociéndolo, sabía que no se quedaría tranquilo, hasta que el abogado le diese una explicación en persona de porqué lo abandonó; y por supuesto, reclamarle por su falta de ética.
—Hola, Debbie; pasa.
La saludó Silvya, en cuanto su secretaria la hizo pasar. Era la única asistente que conocía, que tuviera oficina y a alguien que recibiera sus mensajes y llamadas. Beneficios por ser la amante del presidente de la empresa, claro está.
—Hola, Silvya; espero no molestar —dijo, con una sonrisa.
—¡Claro que no! Ven, siéntate... hoy ha sido un día de locos para mí, pero una distracción siempre es bienvenida —indicó, mostrando un gesto más efusivo, que el de Deborah.
—La verdad, pasaba para saber si te gustaría acompañarme a almorzar en Muriel's. No quiero comer nada de aquí, e ir sola a un restaurante, no me anima mucho —comentó, mirándola a los ojos, mientras intentaba seguir sonriendo.
Lo cierto era, que le caía muy mal y la poca simpatía que se ganó antes, la perdió por completo después de lo que hizo. Ya no confiaba en ella y no olvidaría jamás que le robó su proyecto junto a Dominic; pero sabía que no podía declararle la guerra de manera abierta, la necesitaba para continuar con sus planes y la fachada de hija perfecta.
—Bueno, yo había pensado en ordenar algo y comerlo aquí... no quería ausentarme de la empresa, porque Dominic no está.
—Será en otra ocasión, entonces —aceptó Deborah, poniendo cara de pesar, tratando de manipular a Silvya, pues sabía lo mucho que le gustaba congraciarse con ella. Tampoco le insistiría, no iba con ella hacerlo; además, debía evitar mostrarle su desesperación.
—Espera... no creo que Empresas Wallis, vaya a caerse, porque nos tomemos dos horas para salir a almorzar. Dame diez minutos y te alcanzo en recepción —contestó, sonriendo mientras tomaba el auricular.
—Por supuesto, cualquier cosa me avisas a mi teléfono.
Deborah se puso de pie, dedicándole una sonrisa y salió de la oficina para buscar su bolso. Ya tenía la primera pista, Dominic no se encontraba en la empresa; y su ausencia la ponía alerta. No quería dejar que la paranoia la invadiera, pero esa información la hizo tensarse, esperaba sacarle más a Silvya, durante la comida.
Veinte minutos después, bajaban del auto de Deborah; ella estacionó en la zona que había dispuesto el restaurante para sus clientes. Esperó pacientemente a que el camarero les ofreciera sus recomendaciones y que tomara sus pedidos; una vez que lo vio desaparecer, comenzó su interrogatorio de manera casual.
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Ronda Mortal: La reina y el Alfil.
RomanceDespués de aquella conversación, en un bar de carretera, con un abogado ebrio; Gonzalo Dorta, decide lanzar al olvido, las palabras de aquel hombre; ya que, tiene asuntos más importantes de los cuales ocuparse. Sin embargo, el primer encuentro con D...