"Deborah insistió en llevar a Maurice hasta su casa primero, no tenía lógica que él fuera con ella hasta la mansión y tomara después un taxi para regresar, cuando ella podía llevarlo.
Como él había conducido todo el día, fue el turno de ella para ponerse frente al volante, y se desenvolvía tan bien que solo tardaron media hora en llegar hasta la modesta vivienda de Maurice.
—Te he traído sano y salvo —dijo ella sonriendo, cuando estacionó el auto en el garaje.
—Aún es temprano, ¿por qué no bajas y entramos para que te tomes algo? —preguntó, mirándola a los ojos.
Deborah sonrió, adivinando las verdaderas intenciones de Maurice. Se acercó a él para rozar sus labios; y estando así, habló.
—Señor Favre, ¿sabe que esa es la propuesta más trillada del mundo, para tener sexo? —preguntó, y al ver que él sonreía sabiéndose descubierto, le acarició el pecho.
—Está bien, me has atrapado... pero en serio me gustaría que te quedaras un rato, no solo para que tengamos sexo, sino para compartir contigo —mencionó, dándole toques de labios.
—Cariño, ojalá pudiera, pero ya es tarde y mañana debo trabajar temprano... y sé bien que si entro a tu casa ahora, no me dejarás salir de allí en un buen rato —indicó, con tono sumiso para no hacerlo sentir rechazado.
—Pensé que me habías extrañado, Debbie —dijo, mirándola.
—Y así fue, Maurice... mírame. —Le pidió, al ver que le esquivaba el rostro—. Te prometo que vendré y me quedaré contigo toda una noche... o tal vez, más —dijo, pensando en que, así como le entregó un fin de semana a Diego, también podía hacerlo con él.
—Está bien... será otro día. —Abrió la puerta para bajar del auto, pero antes de hacerlo, ella se lo impidió.
—Espera... no necesariamente tenemos que entrar a la casa para que recuperemos parte del tiempo que pasamos separados —indicó, arqueando una ceja y se movió para abandonar su asiento.
—¿Qué haces? —Él hizo la pregunta más tonta que se le pudo ocurrir, dada la situación. Ella se le subía sobre las piernas y comenzaba a quitarle la camiseta—. Estoy sudado, Debbie. No me bañé en el gimnasio.
—¿Y desde cuándo a mí me ha molestado tu sudor? —preguntó ella, después de lanzar la prenda en el asiento de al lado y bajarse la cremallera de la chaqueta que traía puesta.
Maurice gimió con satisfacción y expuso el cuello para que ella pudiera besarlo mejor, mientras sus manos se deslizaban dentro del pantalón de algodón y el panty de ella, para acariciarle las nalgas. Comenzó a moverse desde abajo, para que el roce le ayudara a conseguir una erección rápido, al tiempo que dejaba que Deborah hiciera fiesta en su boca.
—Me muero por tenerte en una cama, ¿hace cuánto que no hacemos el amor en una? —inquirió, mirándola a los ojos.
—Ya lo haremos, te prometo que lo haremos, cariño... mientras, podemos estrenar este auto que aún no lo hemos hecho —respondió, metiendo su mano dentro del pantalón de chándal de Maurice, para acariciarle el miembro.
Se apoderó del músculo ardiente, con movimientos rápidos y precisos, para que ganara tensión, pero tuvo que dejarlo de lado unos segundos, para que él pudiera quitarle la camiseta.
Retomó lo que hacía, al tiempo que sentía que él la estaba volviendo loca, con esas exquisitas succiones que le daba en los pezones, suaves al principio e intensas después.
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Ronda Mortal: La reina y el Alfil.
RomanceDespués de aquella conversación, en un bar de carretera, con un abogado ebrio; Gonzalo Dorta, decide lanzar al olvido, las palabras de aquel hombre; ya que, tiene asuntos más importantes de los cuales ocuparse. Sin embargo, el primer encuentro con D...