Capítulo 7

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"Su respiración afanosa se estrellaba en el cuello bañado en sudor de la mujer bajo su cuerpo; mientras él, intentaba enfocarse en lo que hacía y dejar de darle vueltas en su cabeza, a la información que le había dado Marcus esa mañana.

Su cuerpo y su mente parecían ir en dos direcciones distintas, no lograba concentrarse y disfrutar del sexo junto a Silvya, como siempre. La sintió suspirar; y supo que ella había notado que andaba distraído.

Comenzó a besarla en los labios buscando con ese gesto, la pasión de la que carecía en ese momento; ella lo recibió gustosa y comenzó a moverse debajo de él, al tiempo que sus manos le apretaban con fuerza la espalda. Dominic sentía que todo volvía a estar en equilibro y se sintió emocionado, de estar disfrutando del acto una vez más, pero al cabo de un par de minutos, la preocupación regresó a él.

—¿Qué sucede, Dominic? —preguntó Silvya, sintiendo que no irían a ningún lado; que él solo empujaba dentro de ella, pero era evidente que no gozaba—. ¿Por qué estás tan... lejano? —continuó preguntando con preocupación.

—Lo siento... lo siento, Silvya —mencionó, apenado y se dejó caer de espaldas sobre la cama.

—Está bien... —esbozó ella, rodando para quedar de lado y poder darle un beso en el pecho—. ¿Qué te preocupa?

Él liberó un suspiro sintiéndose estúpido, nunca le había pasado eso estando con ella, ni siquiera los problemas más graves por los que había pasado la empresa, habían influenciado en su vida sexual con Silvya o con otra mujer. Se llevó las manos al cabello para drenar esa sensación de zozobra que lo embargaba y acabó cruzando los brazos bajo su cabeza.

—No lo sé... no puedo sacarme de la cabeza, lo que me dijo Marcus, esa actitud de George Stevenson... es extraña.

—Bueno, sí, es algo inusual... pero ya su padre te explicó todo y te dijo, que él se encargaría de buscarte al mejor abogado de la ciudad, uno de su absoluta confianza... No debes preocuparte más —indicó, dándole suaves besos en el pecho, ese que seguía mostrándose atractivo, cubierto de vellos oscuros, donde algunas hebras plateadas, resaltaban.

—Ya sé lo que dijo el viejo Stevenson, confío en que así será, pues es un hombre de palabra. Tampoco es que su hijo me parecía el mejor abogado del mundo, era bueno en su trabajo, pero esa actitud confiada y esa sonrisa hipócrita que siempre lucía, no me agradaban —dijo, mirando el techo.

—Es porque tú eres demasiado serio, y seguramente que con tu mal humor intimidabas al pobre hombre —acotó ella, escondiendo su sonrisa al verlo fruncir el ceño.

—Pues es gracias a eso, que he conseguido mantener la empresa en pie. Si hubiera sido un blandengue, empresas Wallis no existiría. Mi abuelo fue un hombre con carácter, mi padre también lo fue; y yo solo sigo su ejemplo —indicó, tornándose serio, como siempre que hablaban de ese tema.

—Y parece que Deborah también desea seguir el tuyo, lleva en sus venas todo el genio Wallis. —La sonrisa en sus labios, se congeló cuando lo sintió tensarse.

Allí estaba de nuevo esa reacción en Dominic cada vez que ella hablaba, sobre la familiaridad entre él y Deborah; después de todos esos años juntos, ya no le quedaban dudas de lo que eso significaba: Deborah no era su hija, solo eso explicaría por qué él la trataba como lo hacía o porqué odiaba que ella hablara del tema.

Seguramente le daba vergüenza que las personas se enteraran; y por eso no decía nada, por eso había guardado durante tantos años el secreto. Conociéndolo sabía que no había nada más fuerte en Dominic que su orgullo.

Ronda Mortal: La reina y el Alfil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora