El niño de ojos verdes

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Oscuridad, silencio, mareos, malestar y un negro profundo obstaculizando su visión. Vacío, vértigo y un profundo sentido de desorientación.

Sombras, caos y gritos que parecían venir de todas partes; su cuerpo temblaba, pero se sentía adormecido y tan perdido, no sabía dónde estaba, su cabeza palpitaba adolorida como si le hubieran dado un fuerte golpe justo en la nuca. Shoto se sintió perdido, solo y confundido, porque una vez más solo vio oscuridad, bruma y un vacío de negro tan espeso que apenas podía ver más allá de su codo si extendía el brazo.

Estaba perdido, algo aturdido y con la boca seca. Miró nuevamente y la sensación de vacío y no pertenencia se intensificó... Se sentía como extraviado y la desesperación comenzaba a apoderarse de él; gritó, Shoto gritó y gritó, pero su voz no salió, no por completo, fue más bien como un ruido amortiguado y casi inentendible que se perdió en los confines oscurecidos de la bruma que parecía consumirlo.

Se sentía pesado y fuera de lugar, aun con su cuerpo entumecido noto que se movía entre la bruma de espeso negro como si supiera a donde se dirigía. Hasta hace poco él estaba junto a Deku en una sala oscura para conocer al líder de los villanos, no hace mucho esa sala le parecía oscura, pero ahora con lo que lo rodeaba cualquier lugar parecía irradiar luz.

De pronto sus ojos parecieron adaptarse a la poca o más bien nula iluminación del lugar en el que se encontraba.

Entonces pudo ver claramente a través de la oscuridad, navegó por los recuerdos brumosos que reconoció como los de su pecoso amigo y caminó entre ellos como un ente externo, viendo todo en cámara lenta a lujo de detalles. Era como estar viendo una película borrosa pero que de alguna forma sé incrustaba profundamente bajo su piel.

Eran borrones, manchas, segundos, sucesos y recuerdos borrosos que le acariciaban la piel y se perdían en su propia mente, como arrastrados por un río de caudal frío y furioso.

Cada memoria pasó rápidamente y como un parpadeo que apenas pudo sentir, hasta que llegaron a un recuerdo distorsionado, oscuro y lúgubre que ocupaba un espacio masivo en la memoria del peliverde.

Su cuerpo se movió sin su permiso y Shoto fue sumergido de golpe en esta memoria, casi ahogándose en el cúmulo agresivo y sofocante de emociones que la conformaban; el recuerdo lo trago y ahí sintió el caos en carne propia. Murmullos, gritos, dudas, dolor, ansiedad y fuertes impulsos homicidas lo sacudieron casi quitándole el aire, mientras su cabeza zumbaba y sus ojos se ponían borrosos.

Había cientos de voces gritando hambrientas en su cabeza, pero no las reconocía. No le estaban hablando a él. No eran suyas... Eran voces propias del recuerdo, pero estallaron en su cabeza como si fueran suyas, como si lo reclamaran para sí.

Querían devorarlo todo, consumir todo a su paso.

Las voces eran susurros seductores que él desconocía y se aferraban peligrosas a su cordura, rasgándola lentamente con gritos guturales y murmullos grotescos. Eran pensamientos siniestros que escapaban como impulsos violentos.

Estas eran las voces propias del recuerdo, él lo sabía, sabía que no le hablaban a él, estas eran las emociones y pensamientos que experimentó el pecoso. Estas no eran sus emociones... No lo eran.

Pero de nuevo, en este punto ya no sabía realmente que era suyo y que pertenecía a la memoria estridente y oscura que se representaba ante él.

El recuerdo transcurrió como una película sumamente detallada a una velocidad normal, pero que por el cúmulo de emociones parecía ser sumamente rápido. Shoto podía sentir, percibir y relacionarse con el mundo a su alrededor como si fuera suyo, pero él sabía que este no era el caso; el bicolor centró su atención dispersa en el centro distorsionado del recuerdo y vio como un más joven Midoriya Izuku se levantaba de su cama con un uniforme deshecho, ojos desorbitados, movimientos nerviosos y con obvios impulsos psicóticos sacudiendo su mente.

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