Capítulo 11: Maquinistas

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—¿Vamos a demorar mucho? —preguntó Tails al conductor, que era Scourge, pero él volvió a ignorarlo.

El menor accedió a ir con ellos, a petición de Miles, cuando buscó esa "prueba" que supuestamente le dejó Sonic en la ventana. Tails no la encontró en su ventana, la encontró caída entre los arbustos.

Era una pequeña lonchera o bolso, dentro habían pastillas, recetas, jarabes, de todo. Nada estaba usado, como si quien lo compró solo los quisiera tener de adorno.

—Tails, ¿de qué color quieres tu lápida? —le consultó el erizo verde luego de haber estado medio viaje en silencio.

—¡Llegamos! —Miles señaló el hospital a su delante, salvó a su hermano de una situación incómoda. Tails sabía que estar ahí debía estar afectando a su tocayo, pero él no daba muestra de eso, solo parecía tratar de calmar a su pareja cada vez que quería voltear y ahorcarlo.

Tails no había estado en un lugar así nunca, bueno, sí estuvo, pero no lo recordaba.

Pasaron por una sección que conmovió mucho su ser, supuso que era pediatría, habían niños llorando, estaban muy mal, mamás tratando de calmar los dolores, filas de espera.

Usaron un ascensor. Tails vio a Miles agarrando con fuerza los barrotes cuando iniciaron el recorrido.

El menor de los Prower ya estaba acostumbrado al elevador, así que no le resultó molesto, y menos cuando parecía que su hermano iba a entrar en pánico, solo le dio risa.

Risa que desapareció cuando Scourge le dirigió la mirada.

Caminaron por varios pasillos, Tails intentó memorizar las secciones, algunas zonas se veían alegres, incluso vio a un payaso en medio de muchos niños. Tails recordó haber visto uno durante su estadía en un centro de salud.

—Scourge. —Una mujer abrazó al mayor casi de inmediato cuando doblaron la esquina.

—Miles.

Un hombre lo abrazó repentinamente, Tails intentó apartarlo un poco, sentía que se estaba ahogando y no tenía idea de quién era.

—Yo soy Miles. —Se hizo notar su hermano luego de unos segundos.

Ambos señores se alejaron cuando una joven pidió su presencia cerca de las puertas abatibles. Tails miró a todas partes buscando con qué entretenerse, hasta que su hermano lo sacudió de sorpresa.

—Son mis suegros, ¿tienes que poner esa cara rara? —le preguntó, se veía asustado y Tails no pudo descifrar si era por el elevador o por lo que estaba pasando—. Cálmate.

—Yo estoy calmado, tú no.

—No te lo dije a ti. —El azabache lo fulminó con la mirada—. Al papá de Scourge sí trátalo como quieras, pero a Alena, no.

Scourge se veía mal, todos se veían mal, era un ambiente de demasiada tensión, demasiada tensión a veces significa neuronas que no piensan lo mismo y buscan lo divertido para relajarse.

Tails iba a sonreír, pero desechó la idea porque nada se veía con colores en esta parte del hospital. Miró el objeto entre sus manos y lo sacudió un poco.

En un momento apareció alguien que irradiaba experiencia, Miles lo jaló para que escuchara lo que tuviera que decir, pero Tails aún no sabía que era exactamente lo que ocurrió, así que tampoco entendió lo que el profesional dijo:

—Necesita un corazón. No garantizo que viva esta noche, y lo lamento mucho, pero no se ha medicado, ha faltado demasiado a lo que se le indicó, no va a soportar, incluso si el corazón llegara, está demasiado delicado para que pueda realizarse una operación, el riesgo es demasiado alto. Está dependiendo de una máquina, ¿cómo permitieron que llegara a ese punto? ¿Cuánto tiempo estuvo así? Perdonen mi opinión personal, pero no veo cómo es que una persona que no pudo hacer algo tan simple pueda tratar con algo más delicado.

El titiriteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora