Epílogo

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Tails despertó pacíficamente el sábado, las aves en su ventana picotearon un poco la luna por la curiosidad, el menor se sorprendió al ver que su nido volvió a tener integrantes en cascarones y uno que ya gorjeaba al mismo tiempo que aleteaba para llamar la atención. Suspiró y, después de contemplar el cielo cálidamente iluminado, se dejó caer sobre su almohada, se acomodó y volvió a cubrirse, apreciando el calor que sentía y el aroma que se impregnó en su pijama.

—Debo repetirlo... —murmuró antes de ocultar su rostro con sus colas de inmediato. El balcón de Tails estaba terminado, Sonic creyó que sería buena idea "bautizarlo" y ahora tenía una mancha de zapato en la baranda blanca de cemento. El erizo lo llamó para que fuera a su casa, el vulpino usó sus colas y pasaron la tarde mimándose todo el tiempo, Tails no paraba de restregarse en Sonic y al cobalto también le agradaba el calor del cuerpo de Prower.

El mayor lo invitó a salir el domingo, Tails dijo que lo consultaría y Amadeus al instante le negó el permiso, pero Rosemary sí se lo concedió lo que significaba que ese día lo pasaría con Sonic y solo con Sonic.

El mayor miedo del Amadeus era que algo malo le ocurriera al menor de sus vástagos, sabía que, a comparación de Miles, Tails nunca había enfrentado a alguien ni sabía defenderse, ¿cómo podría estar seguro en la calle con alguien que no inspiraba confianza?

¿Y si Sonic quería forzarlo a algo?

Al zorro mayor le enojaba pensarlo. Ni hablar, si eso ocurriera, Amadeus mismo lo mataría.

Prower cepilló sus colas y se aseó antes de bajar a la cocina, no sin antes dar una vista a la casa del lado y asegurar la puerta: no sería la primera vez si llegaba un mensaje para Tails y este no era el primero en leerlo.

Al descender, su padre ya estaba ahí y Miles se encontraba sentado al lado opuesto intentando revisar su teléfono sin ser regañado, Amadeus de todas formas lo advirtió y le dio una patada por debajo de la mesa.

—Buenos días —pronunció Tails intentando fallidamente ocultar su entusiasmo. Su madre pasó por la cocina para alcanzar las llaves de la casa con el mismo ánimo.

—Tails, solo no nos des nietos, soy joven y mira que ya corremos un gran riesgo con Miles —se burló en un falso susurro mientras revolvía el mechón negro de su hijo mayor.

—No bromees con eso, no le veo la gracia —espetó su padre, la vulpina le quitó el periódico de las manos y preguntó si ahora sí podía. Los menores rieron ante esto, Tails se acomodó a un lado y permaneció en un silencio sospechoso, se evidenció porque Sonic había influido notablemente en él y se había hecho común oírlo hablar en distintas ocasiones. Miles ya había pedido que le quitaran el loro que llevaba dentro.

—¿A qué irás a la universidad? —preguntó Amadeus intentando sonar desinteresado—. Mañana recién saldrás con el muchachito, no hoy.

—Lo sé —respondió el menor—. No lo veré, necesito recoger los libros que dejé en la biblioteca.

—Necesitamos —corrigió su hermano—. Aunque lo más seguro es que yo los haya perdido, creo que puedo encontrar buenas copias... o ser un prófugo del Consejo universitario.

—Tails, estoy confiando en ti —concluyó su padre. Tails no entendía bien por qué se había vuelto sobreprotector, Amadeus no era así, había ayudado a que Sonic siguiera vivo y ahora restringía el acercamiento que tenía con uno de sus hijos, no lo comprendía porque él nunca hacía nada que deba ser castigado o prohibido, siempre acataba.

¿Qué hay de Miles? Scourge lo cena todos los días —pensó—. Lo prometo.

De todas formas, el mayor los llevó al lugar y no se fue hasta que se aseguró de que estuvieran dentro. Tails bajó del carro y casi de inmediato distinguió a Sonic a veinte metros de distancia, tuvo que bloquear la vista de su padre, quien nunca detectó alguna anormalidad y más bien se preocupó por su raro comportamiento y el grave tráfico que se veía de regreso.

El titiriteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora