Capítulo 4: Cuerdas

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¡Buenas nocheeees! Disculpen por la desaparición (otra vez), explicaré los detalles después del capítulo xd.

<3

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—Alicia, yo sé que hay quienes resuelven sus problemas rápido, pero, al llegar a mi casa, mi hermano estaba con Scourge en su cuarto, eso es demasiado, ¿no?

Tails había tenido una mala tarde. Estaba a punto de llorar cuando llegó a su residencia, sentía una lástima enorme, no por él, si bien nunca había sido pretendido por alguien, no le importaba, sino porque jamás le iba a prestar atención a Sonic y este parecía comenzar a notarlo.

El juego de El titiritero ya le estaba gustando.

Subió a su habitación y esperó. El erizo tuvo que haber llegado antes, el menor observó por su ventana mucho tiempo y no lo vio, para nada. Las aves en el nido eran indiferentes a lo que pensaba y pasaba el menor. Quizá se trataba de una crisis emocional o simple empatía: Tails había pasado por algo similar, claro que no llegó al acoso, pero creía saber lo que se sentía.

Iba a dormir luego de un decepcionante día, estaba casi en ello cuando empezó a oír a su hermano y a su pareja en el cuarto de al lado.

Qué raro, Scourge tuvo que haberlo buscado a él y colgarlo: no tuvo un bonito encuentro con Sonic, ¿por qué se habían reconciliado?

—¿Ali...?

Tails miró al sitio de su compañera y se encontró con una desagradable persona. ¿Siempre estuvo ahí? Al llegar tropezó con sus propias colas, maldijo el día en el que se conocieron sus padres y le pidió perdón a su teléfono por ser el primer objeto que soltó al caer. ¿También lo escuchó?

—Ella no vino, la voy a suplir.

Sonic estaba en el escritorio a su lado, tenía los pies sobre la mesa y estaba tan feliz que Tails tuvo que fingir estar molesto para no parecer sorprendido.

—Deberías caminar mirando al frente, ese rostro debe ser visto por todos.

—No —murmuró en respuesta. Se levantó de inmediato y corrió a la oficina de Scourge. No por primera vez, se arrepintió de no tocar—. ¡Miles! ¡Fuera de aquí!

Qué costumbre de distraer al jefe. Su hermano mayor salió del regazo del erizo verde y se colocó a su lado. Tails suspiró, derrotado, y dirigió la mirada a Scourge, quien seguía apreciando las colas del zorro a su lado.

—¡Tu hermano!

—¿Qué tiene? ¿Ya murió? —El erizo se incorporó ante lo último.

—¡Lo trajiste! ¿Dónde está Alicia?

—No podía venir hoy, no tengo que explicarte nada a ti, adiós. —Señaló la salida. Miles aguantó una carcajada, incluso tuvo la gracia de aparentar ignorancia sobre lo que estaba pasando.

—¿Por qué...?

—Pregúntale a él, si quieres saber, yo no lo llamé.

—Sí, Tails, ven más tarde —sugirió su tocayo mientras lo llevaba a la puerta. El vulpino salió de la oficina y escuchó el botón del seguro a sus espaldas.

—¡Mirada arriba! —gritó el erizo azul—. Quiero ver esos zafiros.

El zorro volvió a su escritorio y respiró hondo. Ahora solo debía hallar la forma de aguantar al titiritero por una hora. Aunque si Miles no hubiera roto sus audífonos en un ataque de risa por verlo víctima de la pintura que se usó en los carnavales, eso sería más sencillo.

El titiriteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora