Capítulo 1: Príncipe

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—¡Tails, ya despierta!

Era una linda mañana, ya se podía oír a las personas realizando sus quehaceres, a los vendedores, a unas aves que decidieron anidar al lado de su ventana, se podía oler pan recién horneado, el cielo estaba despejado y su luz era la que ya había despertado a Tails.

Una linda mañana arruinada por el grito de su hermano mayor.

Cuando Tails bajó a la primera planta se encontró con lo que era su modelo a seguir, o al menos eso era lo que decían sus familiares.

—Ya estoy vestido, tú sigues en pijama —le reprochó a su semejante—. Miles.

—¿Qué? —le contestó el mayor mientras leía un diario—. No seas, ¿esperabas ir a trabajar un sábado? —se levantó del sofá y lo miró de arriba abajo—. Te levanté para que vayas a comprar, solo hay avena.

—Trabajamos los sábados, ¿estás desayunando en la sala? ¿Sabes que mamá odia que lo hagas?

—¿Ah, sí? —golpeó con sus colas uno de los cojines—. Bien, ¿vas?

—A trabajar, ¿por qué no estás listo? Son diez para las siete.

—Exacto, ¿por qué seguías en tu cama? ¿O acaso dormiste con traje?

—¿No estás preocupado porque duermes con el jefe? —se dirigió a la cocina para evitar oír la respuesta de su hermano, pero este lo siguió—. No, por favor, ese es tu problema, no quiero enterarme de...

—Scourge duerme conmigo, eso es muy diferente –se apoyó en el marco de la puerta y cruzó los brazos.

—¿Esperas ir así? Ve a cambiarte —Tails tomó asiento. Estaba acostumbrado a pasar las primeras horas del día de esta forma, mas siempre pensaba en qué podía hacer para cambiarlo, ¿quizá debería dejar de ser tan minucioso? No. Tails encontró una púa verde en el sofá, hace como una semana, estaba seguro de que su padre, si la hallaba, los iba a castigar y Miles no dejaría de molestarlo, aunque todo hubiera sido su culpa.

—Él me ha visto con menores prendas.

—¡Miles, basta! Estoy desayunando.

—Ese lado de la mesa lo llegué a usar como cama, a ver cómo lidias con eso, "príncipe" —se retiró de la pieza—. ¡Espérame para salir!

Tails, a veces, no podía creer que sus padres querían que fuera como él, tal vez era su maravillosa forma de engañar a las personas: con sus progenitores presentes, Miles se despierta a las tres de la mañana y hace el enorme esfuerzo de caminar a la casa de al lado para comprar algo.

Y Scourge, bueno, sus padres lo conocen, saben quién es, pero no saben qué es. Miles tuvo que amenazarlo para que no divulgara que el erizo es su jefe.

—Espera, hoy es sábado —recordó. Subió rápidamente las escaleras y se quitó su vestimenta, cómo pudo olvidarlo: Tails tiene que cubrir un turno completo en un centro comercial.

—¿Ya lo notaste? Incluso tú puedes olvidar tus deberes —Miles ingresó a su habitación y tomó los guantes que vio en un escritorio—. Préstame estos, perdí los míos.

—Deberías buscarlos en la casa de Scourge, seguro los dejaste ahí, o, lo más seguro, en su pantalón.

Miles rio ante el comentario y le arrojó un sombrero—. Con eso serás un elfo, al menos yo no mendigo atención.

—¿Cuánto estás ganando? ¿Ya te irás de la casa? —Tails arregló sus colas y se miró en el espejo, dándole la espalda a su hermano mayor—. ¿Ya dominarás el edificio de tu pareja? ¿El mundo?

El titiriteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora