Capítulo 8: Tras bambalinas (II)

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Veinticuatro de diciembre. El centro comercial estaba más lleno que de costumbre y Tails sonrió al ver a su compañero de trabajo peleando contra el estante por una bandeja.

El escenario donde se daba la función de los títeres se hallaba más colorido, todo estaba más alborotado, los trabajadores y jefes corrían de un lado a otro, los puestos de cualquier cosa que pudiera regalarse vieron sus mostradores llenos y una persona tuvo la genial idea de parar la escalera automática que llevaba al cuarto piso.

—¡Ten más cuidado! ¡Ese es mi mandil! ¿Alguien sabe dónde quedó mi teléfono? —gritoneó el albino a sus compañeros de al lado.

—¡Silver! Tengo que decirte algo, es muy importante —informó con la voz apagada. El albino apagó el micrófono que no llegó a emplear y viró hacia el más bajo. Tails trató de centrarse en el aspecto positivo de las decisiones que fue obligado a aceptar. Sus padres no especificaron el castigo que le esperaba si optaba por darles contra, sin embargo, con la experiencia que tuvo Miles por desobedecer a algo parecido, sí sabía que no quería quedar preso en el otro lado del planeta.

—Sabía que Shadow no me era fiel, me está llamado ahora para decírmelo, pero soy tan torpe que perdí mi celular y te mandó a ser el mensajero, ¿no? —preguntó el erizo, Tails vio sus ojos brillar y rápidamente dio una aclaración.

—¡No! No es sobre él, esto se trata de mí.

—Pero ¿Shadow me ama?

Tails suspiró ante el inocente cuestionamiento, él sabía cuál era la respuesta gracias al desayuno que tomó con Sonic, por desgracia.

El cobalto lo había llevado a una cafetería. Tails no tomaba café, Sonic lo sabía, a menos que lo hubiese olvidado, así que su intención no fue comprendida hasta que el camarero se acercó y el erizo le preguntó si estaba bien pedir leche, el menor asintió y miró a través del ventanal cómo las personas se apresuraban a obtener lo que hiciera de su Navidad una Navidad perfecta.

—Scourge invitó a tu hermano para que cene en nuestra casa esta Navidad, así que me adelanté y compré tampones para los oídos.

Tails rio hasta que su abdomen y sus mejillas le indicaron que se detuviera, pero no pudo, solo trató de contenerse, intentando decirle a Sonic que se encontraba bien, ya que, por un instante, el erizo creyó que estaba teniendo un ataque, y eso solo resultó más gracioso, por cruel que fuera.

—Debiste decir "tapones" —corrigió Tails entre jadeos-. Lo siento, es que me tomaste por sorpresa y... —El menor respiró hondo un par de veces para detenerse definitivamente, posó una de sus manos en su pecho y se irguió-. Ya pasó.

—Tapones —repitió Sonic, el vulpino cubrió su boca para evitar una carcajada. El mayor, luego de casi llamar a emergencias, sonrió ante la situación y tomó una de las flores artificiales que se hallaban en el centro de la mesa—. Pareces un girasol.

—La única vez que vi una flor azul ocurrió cuando Miles pensó que era alérgico al aster, así que solo podría decir que pareces un aster —Tails miró los ojos verdes del cobalto. Se reprochó, al cabo de un minuto, al recordar que no podía hacer eso por más de un segundo.

—Son como esmeraldas —comentó Sonic—. Amy dice que les diga así en lugar de "agua de estanque".

—Miles dice que mis ojos son del color del moretón que ganó en una clase de educación física —declaró dubitativo.

—Yo diría que son del color del zafiro o del lapislázuli, son grandes, a mí me gustan.

—Volviendo a la cena de Navidad, está bien para mí no tener que oír el "intercambio de regalos" —dijo con una sonrisa—. Un abrazo estaría bien.

El titiriteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora