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─¡Así se hace, Hinata!
Exclamó Bokuto, al mismo tiempo que yo tomaba una fotografía. No podía perderme este enfrentamiento, por nada del mundo. Escuché la voz de Akaashi a mi espalda, pero estaba tan hipnotizada por Kageyama y Hinata que no pude despegar mi vista de ellos hasta que les tomé al menos unas cinco fotos. Por supuesto, no era una sorpresa para mí escuchar los abucheos de los fanáticos del Inarizaki. Para mí era jugar sucio, pero, ¿Quién era yo para hablar de eso? Le robé la credencial a un universitario. Las jugadas me maravillaban tanto como a Bokuto, pero el rostro serio de Akaashi me embelesaba aún más.
─¿Por qué estás tan serio? ─ sonreí, volteando directamente hacia él.
─Solo estoy concentrado ─ respondió él.
Cuando estuve apunto de decir algo más, la voz de Bokuto nos interrumpió.
─Todo está a favor de Inarizaki ─ dijo, poniendo una mano en su mentón.
Miré al equipo vestido de negro, era imposible no querer fotografiar esos rostros. Levanté la cámara solo un segundo, enfocando a todos y cada uno para no perderme ninguna de sus caras, cuando una mano sobre la cámara me hizo bajarla. No necesitaba mirar para saber de quién se trataba.
─No necesitas ponerte celoso, solo estoy apreciando un buen escenario ─ dije, haciendo fuerza hacia arriba con la cámara.
─Entonces fotografía al Karasuno ─ dijo Akaashi, girándome los hombros para mirar a los de naranjo.
Una sonrisa perspicaz apareció en mi rostro ─: Solo lo dices porque sabes que te respaldan.
─Tus palabras, no mías.
Rodé los ojos, cuando escuché los tambores japoneses haciendo de lo suyo. La banda de Karasuno hizo acto de presencia, haciendo un gran contraste con la del Inarizaki. La rubia a cargo ─quién por cierto, era bellísima─ no se dejaba intimidar por nadie. Se veía tan genial que mis manos picaron sobre la cámara. Una, dos, tres fotos en tiempo récord. Miré a Akaashi quien también observaba la banda.
─Supongo que sí había un mejor escenario de este lado ─ cedí un poco, viendo como relamía sus labios para esconder la sonrisa.
─Al menos eso les ayudará, la banda del Inarizaki les estaba marcando el paso con el ritmo ─ dijo el pelinegro a mi lado. Fruncí el ceño rápidamente, volviendo a mirar la cancha en cuanto sonó el silbato. No me había dado cuenta de ese detalle.
Incluso si trataba de volver a poner atención en el partido, mis ojos siempre volvían a él. La forma en la que fruncía el ceño mirando la cancha como si fuese él quien está jugando. Probablemente estaba analizando cada movimiento de los chicos para sacar sus propias conclusiones, me peguntaba si después sentía dolor de cabeza. Era demasiado bueno para sobre pensar las cosas, incluso las que eran tan sencillas. Un claro ejemplo éramos nosotros. Entre los dos jamás llegaríamos a un buen resultado porque él pensaba demasiado y yo no lo hacía lo suficiente.
