Alec.No estaba seguro ni de quién era, solo sabía que no era quien creía ser, y lo mucho que deseaba ser lo que debería en lugar de lo que soy.
A menudo me lamento, a veces siento que lo he superado, pero la mayor parte del tiempo siento que voy a vomitar sobre todo.
No podía ser lo que mis padres querían, pero me frustraba más no ser quien yo deseaba.
Los sentimientos de Ryan no eran reales. Era el primer paso de la curiosidad, y debía detenerlo antes de que padeciera lo mismo que yo. No soportaba verlo, así que traté de excluirlo de mi vista con fuerza.
Lo vi intentar hablar conmigo numerosas veces hasta que se dio por vencido. Yo estaba ocupado tratando de asimilar el hecho de que le pedí matrimonio a Chloe a sus espaldas, sin avisarle, pero llegando al acuerdo entre Chloe sobre el compromiso de ambos que estaba allí, y que solo faltaba organizarnos mejor respecto a la boda. Ambos estábamos seguros de que nos casaríamos desde los 16 años.
—La ciudad te cambió tanto, Alec. —Chloe pasó sus delgados dedos por mi frente, rozando la cicatriz que me causó escalofríos hasta forzarme a cerrar los ojos—. La forma en que me escribías, en que te expresas mejor, no lo sé. Siempre te quise pero sabía que guardabas tanto.
Asentí, inclinado mi cabeza para dejarla descansar sobre su hombro. La luz amarilla de la habitación estaba encendida aunque era de día, a ella no le gustaba que hubiera tanta sombra en una habitación así que prefería la iluminación a todas horas. Volví a abrir los ojos solo para centrarme en el escritorio frente a mí.
—Estoy feliz de que estés superando los prejuicios de tus padres, me alegra que seas realmente alguien sensible y romántico.
Ryan Hammer es sensible.
—Me siento cómodo contigo, necesitaba hablar de esas cosas con alguien. Por eso te quiero tanto. —Di una respuesta sincera, empatizando con los sentimientos de quien de verdad sentía eso. Me sentí en la piel de otro.
—Tengo una clase, pero vuelvo más tarde para que llames a tu familia. —Mostró una sonrisa retacada, levantándose de la esquina de mi cama. Sus ojos grandes como de caricatura me ofrecieron cierta comodidad, antes de tomar su bolso rojo y sacudir un poco sus dedos mientras dejaba el dormitorio.
Pasé mis manos detrás de mi nuca para acomodar mi cabello, la falta de vaselina me incomodaba pero ya le había hecho creer a Chloe que así me sentía mejor. La vi de espaldas pero la puerta no se cerró, sino que las voces en el pasillo me pusieron nervioso.
—Te ves terrible, Hammer. —Mi prometida se rió, creando un escenario mental donde el otro había sufrido una ruptura o algo similar. Maldije a mis adentros.
—Qué gracia. —No sonó ni siquiera burlón, solo indiferente. Apreté con fuerza los párpados cuando vi sus botas cruzar el umbral.
Esperaba un saludo, o quizás que solo me ignorara. Me aferré a la tela de mi pantalón mientras aguardaba en silencio, quizás si solo fingía estar concentrado pasaría de mí.
—Oye —habló, con su mano sobre mi cabeza—, lo lamento.
Hammer era insistente, siempre era el primero en disculparse cuando éramos pequeños, yo solo simulaba haber perdonado las cosas que hacía pero iba acumulando cada pequeño rencor hasta que nos volvimos a ver. Aunque este estrés que me causaba era disminuido por Chris en años pasados, yo pensaba que solo eran conocidos del pueblo, pero ahora comprendo la mueca de incomodidad cuando hablaba mal de su hermano menor.
Y él hablaba tan lindo de el niño que era parte de su familia.
—Las cosas que dije, incluso si las pensaba no debí decirlas. Tú siempre evitabas decir cosas muy hirientes, esta vez crucé la línea. —Sentí la silla que fue arrastrada sobre la madera hasta sentarse frente a mí. Abrí lentamente los ojos, aunque él tenía la cabeza gacha.
ESTÁS LEYENDO
Casanova a tu servicio.
General FictionAlec Skinner proviene de un antiguo pueblo de ricachones, en donde se comprometió a la edad de 16 años con Chloe. Ahora en sus 20, se ha mudado a la ciudad. Ryan Hammer es la definición de casanova en el sitio, estudiando su primer año en la faculta...