Alec.El aprendizaje era necesario para mí. El ser humano se veía en la necesidad de aprender algo nuevo constantemente, de lo contrario, comenzaba a funcionar como un animal.
La desesperación, la vergüenza, el sentimiento de improductividad, lograban que el aprendizaje fuera un tónico para calmar esos pensamientos. Yo amaba embriagarme con él.
—Dios, solo imagina que esto es un examen —balbucí, y ahogué mis suspiros junto al sudor de mi frente—. Vamos, Alec, si no lo logras ahora nunca lo volverás a obtener.
Mis piernas temblaban como locas, pensé que tenía un problema en las rodillas pero los nervios también llegaron a mis brazos. Estaba recargado por completo en la barra junto al dispensador de bebidas, rogándole a mi cerebro para que este se conectara y pudiera actuar tal como debía actuar junto a Chloe.
Me aseguré de salir temprano de clases ese día para venir el boliche: quería que pasáramos el rato juntos. Era la primera vez que me invitó a algún lugar, siempre era yo el que tenía que invitar o ir a visitarla a todos lados, desde que éramos adolescentes, pero era tonto cómo tenía la iniciativa para buscarla y nunca para ser sincero.
Pero quiere que le diga las cosas cuando ni siquiera yo me las digo...
—Solo es una hora y media. —Murmuré, tomando refresco con una pajilla. Golpeé mi sien para volver a mí, porque ni el frío del hielo o la ropa casual me tranquilizaban.
Tenía miedo de arruinarlo.
Días atrás salí a tomar aire con Ryan. Caminamos por una hora alrededor del campus, donde el tiempo se reflejaba en las estrellas como si fuéramos navegantes hablando de tonterías como si estuviéramos ebrios. Nos detuvimos muchas veces al inicio pues él era una celebridad, todos querían saludarlo, no los evitó por ser alguien propenso a socializar.
A mí me costaba tener charlas con personas que no conocían mucho sobre mí, pues yo era una persona aburrida y lo único interesante era que me comprometí a los 16.
Eso y que mataron a mi sapo, claro.
—¿Entonces qué es eso de "el mundo feliz"? —Pero Ryan continuó hablándome, mostrando interés en algo personal.
—Es una promesa de mi madre. La vida "venidera", el otro mundo o algo así —le respondí, arrastrando los zapatos por el césped. La oscuridad nos cubría, así que nos desviamos para buscar los faroles—. Uno nace para sufrir y aprender de eso. Pero después todo estará mejor, ¿sabes?
Hammer alentó su andar, y asintió en silencio sin cuestionar mis ideas. Le vi tocar su cabello detrás de la oreja y morder el labio rojizo, pero prefirió mirarme con la espera de que dijera algo más. No pareció alguien a quien le gustara interrumpir, no sé porqué pensaba lo contrario como si aún fuéramos niños que peleaban para tener la palabra.
—¿Suena tonto?... —Me detuve en medio del camino, sin llegar a ninguna acera.
Nunca hube hablado de esas cosas fuera del pueblo, donde casi todos practicábamos la misma religión. Ni siquiera pensé cómo sonaría en la ciudad pues la mayoría de personas compartíamos la misma creencia. Pero me avergoncé, solo un momento, y Ryan levantó de inmediato las manos para negarlo.
—No, para nada. Solo me parece interesante: cómo creen en algo tan lindo como un mundo de felicidad —retrocedió un poco para verme completo, de los pies hasta la punta de la cabeza, entonces volvió a caminar en mi dirección mientras sacudía su playera blanca—. También se resignan a que este mundo es cruel. No lo sé, me parece curioso, pero no es tonto.
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Casanova a tu servicio.
General FictionAlec Skinner proviene de un antiguo pueblo de ricachones, en donde se comprometió a la edad de 16 años con Chloe. Ahora en sus 20, se ha mudado a la ciudad. Ryan Hammer es la definición de casanova en el sitio, estudiando su primer año en la faculta...