Capítulo 8: Ayuda desinteresada.

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Ryan.

Quería la paz en ambos bandos, no me sentía cómodo cuando las cosas no se hablaban de frente. Por eso deseaba que al menos mis dos compañeros de dormitorio no se sintieran incómodos.

Pensé en mi familia, y en lo mucho que quería unir esa relación quebrada, aunque no había nadie allí que quisiera ese arreglo.

—¿Me pasas el jabón? —Daniel me pidió al otro lado de la ducha. Le dije que si cantaba quizás lo haría, pero se negó, estaba más serio de lo normal.

Cuando despertamos a Alec, él fue en contra de mis palabras, pero usé su enfermedad para forzarlo. Daniel no quería mi dinero, hasta que le dije que era mi plan a largo plazo para que no hubiera discordia entre ambos. Sharman era una persona inteligente y razonable, sabía que le convenía, por eso aceptó.

La situación ahora fue que mientras Alec optó por ducharse y pensarlo allí dentro, descubrimos que el agua en nuestro dormitorio tuvo cierto fallo. Hablamos con Débora en la recepción: nos recomendó ducharnos en el baño público de los dormitorios.

Como veníamos en grupo, nos dieron solo un jabón.

—Aquí tienes, cariñ... —Se me resbaló en cuanto traté de sacar mi mano del cubículo, y se fue a la mierda contra alguna pared.

Asomé la cabeza entre el vapor para encontrarme con la cara a un lado de Daniel, ambos observando al jabón resbalarse sobre los azulejos blancos. Nos echamos unas miradas incómodas, mi mente se quedó en blanco, y las gotas de agua se metían en mis ojos.

—¿Lo recoges? —Me hice el tonto.

Daniel produjo un gruñido de negación.

Fruncí mi ceño y le insistí en que fuera por él. El chico de piel oscura volvió a negarse y me preguntó el porqué no iba yo a recogerlo.

—¿Estás loco? —Limpié las gotas en mi cara, comenzaban a arderme los ojos—. Es la típica escena súper gay de The Naked Gun. ¿No la viste? Me da cosita.

—Sí, lo hice. —Asintió, dándome a entender que él ni loco iría por el jabón.

Yo no era alguien muy prejuicioso, pero ser gay era distinto para mí, tal vez por las enseñanzas de mi padre o mis propios resentimientos con el pueblo donde pasaron ciertos sucesos sobre el tema. Era normal, incluso para Daniel, temerle a esa interacción.

Estaba bien temerle, creo.

—Nos lavamos a escupitajos. —Chocamos las manos, dispuestos a ignorar la barra en el piso aunque la solución no era higiénica.

—Oigan, ¿me prestan el jabón? —Alec se asomó desde el último cubículo, pero su mirada se tornó confundida al no saber qué hacíamos con las cabezas de fuera.

Señalé el jabón a lo lejos. Era rosa, olía a flores, pero ahora tenía un pelo encima y lo usé como excusa para no querer usarlo. Skinner dijo que solo debíamos lavarlo, de todas formas nadie lo iba a recoger, aunque insistiera en que fuéramos por él.

—Qué infantiles. —Masculló irritado.

Alec salió desnudo por el jabón. Daniel lanzó un golpe a mi brazo, se lo devolví. Estábamos locos al ver que lo hacía con tanta naturalidad, como si nunca se le hubiera cruzado por la cabeza una idea rebuscada o sexual. Lucía ajeno a cualquier problema, ni siquiera se le veía con ánimos de pensar en su racismo.

Skinner era más delgado de lo que aparentaba, seguro porque el traje le hacía ver rellenito, pero la vista me hizo imaginarlo con las prendas que compramos. Daniel dijo entre murmullos que sus nalgas parecían pompis de bebé rojas por el agua caliente, le seguí la broma.

Casanova a tu servicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora