Capítulo 14: Soy un ancla.

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Alec.

Sentía que me asfixiaba de a ratos.

No sé cómo explicarlo, era un sentimiento que no podía describir con palabras. Una especie de opresión, solo un dolor de estómago, o algo atorado en la garganta. La sensación de no ser suficiente.

Ser creyente podía traerme tanto dolor.

Llevaba minutos con los ojos abiertos, observando a Ryan quien dormía profundamente mientras su lado sonámbulo jalaba mi mejilla como si tratara de despegarla de mi rostro. No supe qué pasaba, pero lo más lógico era que se equivocó de cama o algo así pues apestaba a cerveza.

Suspiré, cerrando los párpados para evitar los rayos de sol, pero volví a abrirlos cuando Ryan tiró más fuerte de mi mejilla. Me habría enojado de no ser porque yo también tenía malos hábitos de sueño.

—Ah... —Balbuceó a duermevela, aplastando mi cara.

Ryan era un tipo de rostro bien formado, por no decir guapo. Su cabello oscuro cubría su frente, no estaba peinado, su rostro dormido no lucía tan mal como lo imaginé, también tenía una mandíbula ancha. Era extraño ver su cara a esa edad, nos conocíamos de pequeños pero era como ver a otra persona en su lugar.

El cuerpo solo cambiaba, las ideas y los deseos también. No había forma de controlar el hecho de que dejáramos de ser como éramos en el pasado, nadie podía pelear con el tiempo ni el cambio.

Pero el temor... ese era distinto. Tal vez crecía sin control o desaparecía en el olvido, huyendo al subconsciente.

Suspiré, con las manos entre mis piernas, mientras le miraba atento. Juntó las cejas como si soñara con algo. Yo apenas moví los labios para formar algunas palabras, mi cerebro trataba de buscarlas entre mi deseo de decir la verdad: éramos amigos, después de todo, me ayudaba más de lo que necesitaba.

—Lo siento, quisiera no mentirte...

Retení el aire en mis pulmones.

—¿Eh? —Murmuró, rodando los ojos para forzarse a volver a la vida.

—Que te vayas a tu cama, animal. ¿Qué haces aquí?

Ryan arrugó su frente, entreabrió la boca sin decir nada. Estaba enojado, así que soltó mis mejillas solo para darme la espalda y gritar que yo no lo dejaba dormir porque hablo en las noches. Le dije que no, él era quien hablaba. Discutimos un largo rato al respecto, hasta que Daniel entró a pedirnos papel de baño.

—¿Qué hacen en la misma cama...?

—Peleando. —Le respondió Ryan, empujando mis sábanas para levantarse.

—¿Me dan el papel? —Volvió a preguntar, no le gustaba entrar a habitaciones sin permiso.

Me estiré fuera de la litera para tomar el papel de baño y se lo arrojé. Volvió a su espacio, mientras Hammer y yo nos dábamos la espalda con nuestros asuntos en la habitación. A veces nuestros propios movimientos se ahogaban en silencio, como solo césped doblándose por el viento, que nadie escuchaba hasta que intentaran meditar con él.

—Oye, ¿somos amigos, no? —Cuestioné cabizbaja, recargado en el escritorio mientras le veía de reojo.

Ryan me miró sobre el umbral, levantó su mano para mostrarme el clip que até a su muñeca. No sonrió, solo dijo que tenía prisa antes de cruzar la puerta al baño.

Temo que no quieras seguir siéndolo después de enterarte, carajo.

Daniel volvió a pisar nuestra habitación antes de que Hammer cerrara la puerta del baño que nos conectaba a todos. Caminó con cautela para devolverme el papel, no hablaba mucho conmigo si no estaba Ryan, era más reservado. O solo cuidadoso, pues yo juntaba las manos como si no estuviese preparado para saludar o interactuar a solas.

Casanova a tu servicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora