Capítulo 7: Poco valor.

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Alec.

Ryan Hammer tenía una seguridad increíble. Me habría gustado quedarme detrás de él un rato, sin darle respuesta a las preguntas que seguro se formaban poco a poco en su cabeza, pero mi tiempo era corto y debía aprovecharlo.

Y quizás superar el odio que le tenía a él, al igual que el amor hacia aquella otra persona.

Hammer corrió a detener al tipo que perseguía a la chica de color. No vi dudas en sus pisadas, ni su mirada, mucho menos su brazo ni su sonrisa cuando se interpuso en el problema y pidió que todos se relajaran. Habló con normalidad hacia Daniel, rompió la barrera de razas y me hizo un ademán para que siguiera mi camino pues él no iba a entrar a los dormitorios.

Me quedé parado allí un par de minutos, sintiendo la brisa pasar alrededor de mi cuello y mis rodillas tambalearse con un movimiento pendular. Mi boca se sentía seca, al igual que mi cerebro se descongelaba debajo del sol y se reducía a solo un pedazo de carne como cualquier otro.

Sé un ancla, sé un ancla, sé un ancla.

Me aferré al orgullo dentro de mis puños y subí a la habitación. Me di por vencido, no tenía el valor para acercarme a nuevas personas, mucho menos olvidar cinco minutos los problemas que se envolvían a mí como pequeños huracanes.

Decidí estudiar en mi escritorio para intentar relajarme. Pude avanzar un proyecto que tenía que terminar para el inicio de semana, el silencio me acompañó, pero podía percibir el leve rozar del grafito con la hoja de papel. Me distraje con los libros de ensayos, aprendiendo mientras pensaba en lo mucho que me gustaba estudiar tras años de sentir molestia al hacerlo.

«Siempre estoy aprendiendo, solo así puedo decir que estoy vivo. Si me enfrento al constante cambio estaré bien». —Imité sus palabras, con un suspiro que apenas podía percibir como mío en la habitación que a veces desconocía por las cosas de Ryan.

Rebusqué por otra libreta entre mis cajones para poder realizar la tarea de Hammer, al menos intentarlo.

Marqué el número uno con una pluma y comencé a enlistar las 10 cosas que odiaba acerca de Chloe. Aunque odiar era una palabra fuerte y complicada, se me daba bien, tenía tantos resentimientos encerrados en mi sombra que cuando soltaba cosas en secreto mi corazón se sinceraba.

—Habla poco de sí misma aunque dice que yo hago lo mismo —y comencé a tomar nota, mientras las palabras se escurrían de mis labios para formar las letras con tinta—. No sabe escuchar, no es que yo no quiera que me entienda. Se preocupa por la apariencia de los demás. Es social al punto de no tener personalidad. Le gusta mucho el chisme. Finge no ser prejuiciosa aunque lo es como yo.

Me había quedado en blanco respecto a su persona, así que comencé a hablar de forma infantil. Quizás los 20 no significaba ser adulto.

—Odio que le guste el jamón serrano. Nunca sé quién dirige la relación. No me gusta que siempre use sandalias ni me gusta que me haya terminado. —Golpeé la punta contra el papel hasta manchar mi propia mano con tinta negra. Suspiré, arrepentido por mis actos estúpidos.

Cuando llegué a la columna de diez cosas que me gustaban de ella, tuve a Ryan en mente, su seguridad al decir que me ayudaría quizás me impulsó a tomarme más en serio esa acción trivial. Él no lo sabía bien, pero no sólo estaba contribuyendo a mi proceso de curación, sino que igual sería mi apoyo para conocer el mundo feliz.

Es un idiota pero se lo agradezco.

—Me gusta su cabello sedoso. Huele bien todo el tiempo. Me gusta cuando bebe café, es bastante elegante —la hoja comenzaba a tomar color con mis apuntes, mis ojos se cerraban entretanto, trayéndome recuerdos de todos estos años junto a ella—. Me gustan sus grandes ojos. Cuando juega con la pulsera que le di. Los chocolates le hacen muy feliz. Me gusta su mirada de sospecha. Amo cuando se truena la espalda. Todos sus movimientos son elegantes. Ella es elegante.

Casanova a tu servicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora