Alec.No sé lo que sucede a mi alrededor a menudo. Pero hay algo que sí sé: no me vuelvo a emborrachar como anoche.
—¿No tienen hambre? —Pregunté, Ben asintió y el gordo Charlie me dio una negación con la cabeza.
No había desayunado. Al salir temprano del dormitorio me dirigí a una farmacia fuera del campus para comprar un suero y algunas vitaminas. Aún tenía jaqueca, pero sobre todo el hambre no me dejaba pensar con claridad. Ya estábamos camino a nuestra siguiente clase y yo no sobreviviría.
—¿Tú sí tienes? —Ben aceleró el paso por los pasillos. Asentí.
El techo era bastante alto, brindaba una buena vista del cielo deformado a través del tragaluz. Cerré los ojos por otro mareo. Algunos alumnos corrían a clases con comida en la boca y otros charlaban en las bancas del interior tranquilamente. Me dio ganas de ser del segundo grupo pero yo iba camino a otra clase.
—Creo que iré al baño. —Avisé entre jadeos por agotamiento. Puse mis manos sobre mis piernas para tomar aire.
—Te ves pálido, Alec. ¿Estás bien? —Ben acercó su rostro el mío. Quizás sí estaba verde, debía asegurarme de que no o algo saldría mal.
Corrí a los baños para verme frente al espejo. Mis ojos estaban rojos, mi piel estaba en efecto pálida y los mareos eran cada vez más pronunciados, pensé que comenzaría a temblar: me estaba dando la pálida.
—Tenía que ser ahora. —Rodé los ojos, azoté mis manos con agua helada contra el rostro. Sentí escalofríos.
Esperé unos minutos dentro a que me sintiera un poco mejor. Estaba en exceso agotado, mi única salvación sería comer pero tiempo me faltaba. Me aferré a mi maleta y volví a correr en dirección al salón cuando miré la hora en mi reloj. El profesor de esta clase te dejaba fuera si no llegabas a su hora preestablecida.
También se burlaba de ti, pero la asistencia era obligatoria.
—Permiso. —Grité, consiguiendo que las chicas que hablaban en el pasillo me permitieran el paso. Otros chicos de segundo cubrían la vuelta cuando choqué y hombros con ellos—. ¡Lo siento!
Reparé al frente. Ryan Hammer corría en dirección a mí, su cabello parecía tener vida propia como si fuera Medusa y sus ojos se contrajeron al verme tan cerca. Ambos gritamos pero no pudimos evitar el choque que me hizo tirar mi maletín y a él golpearse la pierna contra el bote de basura.
Me voy a desmayar si sigo así.
—Qué carajos te pasa. —Traté de recuperar el aire, el choque me provocó más desconcierto—, Hammer, si no me equivoco, esta asignación la compartimos. Vas en... la dirección equivocada.
—Iba a buscarte. —Hammer retrocedió, estirando su espalda mientras tomaba grandes bocanadas de aire. Se movió a mi izquierda para permitirle el paso a una castaña.
—¿Cómo por? —Puse la mano derecha en mi cadera mientras me echaba aire al rostro con la otra. Iba a morir de sed por el sudor—. Olvídalo. Agh, no quiero saberlo. Ya vamos tarde.
—Nah —sacudió la cabeza y jadeó una última vez—. Espera un segundo. Necesito hablar contigo.
—No, ahora no. Ya vamos tarde.
—AH, TE DIGO QUE ESPERES, SANTO CIELO. —Me gritó de golpe, tirando del cuello de su camisa blanca. Se sintió personal.
Auch.
Le dije que hablaríamos dos horas después, pero entretanto debíamos llegar a la clase. Comenzamos a correr en dirección al salón pero para nuestra maravillosa y desgraciada suerte, estaban cerrando las puertas. Toqué varias veces y le pedí al maestro que nos permitiera el paso a la asignatura, pero evidentemente, no lo hizo e insistió en que seguro estaríamos felices de no estar presentes.
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Casanova a tu servicio.
General FictionAlec Skinner proviene de un antiguo pueblo de ricachones, en donde se comprometió a la edad de 16 años con Chloe. Ahora en sus 20, se ha mudado a la ciudad. Ryan Hammer es la definición de casanova en el sitio, estudiando su primer año en la faculta...