Capítulo 19: Estás confundido.

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Ryan.

Quería vivir una fantasía, superar baches, sentir que era el protagonista que al final de malas rachas obtenía la gloria.

Me gustaba leer a escondidas, no porque amara la literatura, sino me que gustaba sentir que era alguien más. Que tenía otra vida, que podía ser una mujer enamorada o un hombre desamparado, un pobre que se enriquecía o un rico con conflictos familiares. Quería serlo todo.

Quería dejar de vivir la vida de el hijo bastardo que decía mierda como su padre.

—No eres religioso, no eres normal y no eres un hombre. Chloe nunca amará a un MARICA COMO TÚ.

Azoté mi mano contra mi boca para callarme, asustado de mi actitud frente al miedo que me causaba lo que sentía en esos momentos. Alec apartó sus manos de mi pecho y las dejó colgar, mientras sus ojos redondos se encogían hasta verse como apenas dos círculos donde no entraba la luz de la avenida.

¿Por qué me asusta tanto?

Me daba miedo lo que me gustaba y a otros no. Me daba miedo leer en público historias románticas, leer era una virtud para muchos pero no tenía el mismo valor sino leías clásicos que subieran tu intelecto. Lo mío era considerado vaguear, igual que ver una película, no me podía considerar un amante del cine si solo veía comedias románticas.

Eso era "mal gusto".

No podía decir que quería una relación seria, no podía decir que amaba a alguien, no podía decir que algo me entristecía ni podía decirle "no" a mi madre. No sabía porqué crecí así, en un entorno así, y ante los ojos de Alec, alguien criado de la misma forma, me sentí como si fuera un hombre construido a la perfección comparado a él: un fallo del sistema.

El hombre que sigue con la tradición.

—Lo siento... —Balbucí, estirando la mano para sostenerle.

Alec se apartó con susto, golpeando mi mano lejos de sus hombros. Di unos pasos más, pero su cabello café comenzó a moverse al frente aunque sus zapatos retrocedían.

Negó con la cabeza, yo me sentía como un muerto viviente arrastrando mis pies para estar con él. Sentí que mi chaqueta me haría sudar, su saco se arrastraba como si tirara de una bolsa por la calle y nuestras respiraciones se volvían una. No quería que me dejara allí.

—Per...

—Yo soy... —Intentó hablar, su hilo de voz se deshizo antes de que tomara la fuerza en sus tobillos para correr en dirección contraria.

Va a huir, otra vez.

—ESPERA.

Comencé a perseguirlo nuevamente, tratando de seguir el ritmo de mi sombra alargada que creaba la luz parpadeante de la farola. Algunos vehículos iluminaban nuestros zapatos, ya veía mi propio cabello cubrirme los ojos pues la vaselina no resistía tantos movimientos.

Trastabillé al girar en la callejuela donde entró. Un gato saltó a un bote de basura por el susto, y Alec estuvo por tropezar en el pequeño césped de una calle.

Alguno de los dos se tenía que cansar en cualquier momento, pero también me preocupé cuando distinguí aún en la oscuridad que su codo estaba sangrando por el empujón que le di rato atrás. La herida se hacía más grande, sus prendas se cubrían de rojo poco a poco.

Casanova a tu servicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora