Capítulo 18: En vano.

739 155 378
                                    


Alec.

Pensé que debía resistir las cosas. Que quizás mientras fuera obediente e hiciera lo que otros querían, pensarían en mí después de mi muerte. Eso me consolaba.

La posibilidad de que me lloraran, me extrañaran, y se preguntaran "¿Por qué?", era una forma de aliviar lo que sea que me hacía sentir náuseas.

Me sentía extraño, no estaban pasando cosas realmente malas, estaba cosechando de forma lenta algunas buenas. Pero había un sentimiento incesante en mi pecho que no me hacía sentir cómodo, como si acumulara agua siendo yo un trozo de tierra seca. Si eso seguía creciendo, se iba a desbordar hasta partirme en dos y solo dejarme lleno de huecos.

Elevé la cabeza al cantar el himno, mis manos estaban inquietas así que cerré los ojos para calmarme al pensar en mi Dios. Necesitaba creer en algo, para ser una buena persona y sentir que al menos algo en mi vida no estaba tan mal.

Era domingo por la mañana. Ryan me vio despertarme temprano para ir a la iglesia, me preguntó cuánto tiempo estaría allí y entonces tomé el calor de invitarlo. Hammer no creía en Dios, apenas hablábamos esos últimos días, pero se arrastró fuera de la cama para hacerme compañía.

Era un lugar pequeño pues no me gustaban las congregaciones grandes, por eso me había dado el tiempo de recorrer varios sitios desde que llegué a la ciudad para buscar mi lugar idear y rezar. Me sentí incómodo en mi traje después de tanto tiempo, pero eso no me desanimó.

Impulsé mi torso al frente, feliz, cantando a las paredes blancas que se unían al centro junto al coro. Otras cabezas bien peinadas y de diversas edades hicieron los mismos movimientos.

Hacía frío esa mañana, el verano estaba terminando y mis pies se sentían helados.

—¿Aquí no se levantan? —Me preguntó Ryan entre murmullos, la corbata le incomodaba y lo dejaba ver en su tono.

Negué con la cabeza, nuestra religión era cristiana pero no la que él conocía. Se limitó a sostener ambas manos sobre sus piernas en espera.

El tiempo fue bastante lento, eterno diría yo. Al inicio estaba en paz pero conforme oía los sermones me nació la incertidumbre. Sentí que nadie entendía mis razones para creer en algo superior, ni siquiera quienes creían en ello, por eso no sentía que tuviera lugar en alguna parte.

No encajaba con mi religión, no encajaba con mi familia, y al parecer, ni con mis pocos amigos. Trataba de mantenerme sonriente y ser positivo, como algún anciano cascarrabias que se conformaba con su soledad, con la soltería, con el hecho de quizás muera solo.

Chloe era la única capaz de salvarme de ese dolor.

—Cristo ha dado su vida por pecadores como nosotros. —Escuché esas palabras, tratando de imaginar que alguien abogaría por mí en los últimos días. Apreté con fuerza mis dedos, paciente, de lo que sea que viniera a mí.

Cálmate, estás en la iglesia y es domingo.

—Es maravilloso que se dejara crucificar por una humanidad tan aberrante.

Me senté aún más en la orilla de la banca, impaciente. Faltaba poco para terminar pero quería salir ya.

Dios, qué pasa conmigo.

Sentí la mano de Hammer posarse sobre la mía, al inicio fue un roce leve antes de presionarme como si intentara sostenerla. No me atreví a mirarle, apenas dejé que me tocara, pero supuse que quería calmarme y se lo dejé. No era solo mi imaginación, yo realmente me sentía más alterado con los días.

Casanova a tu servicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora